martes, 12 de abril de 2011

A los pocos que me dieron una mano

Volver algunas veces es mucho más difícil que separarse. Es como resucitar a un muerto, es como volver a colocar a una persona en cada aspecto de tu vida cuando ya lo habías sacado y ya habías decidido que ibas a hacer con todo ese espacio libre. Una de las cosas que dificulta la transición son los amigos. Específicamente los amigos que tomaron tu mano, te dieron su hombro para llorar, y mientras tu odiabas a quien te hizo esto, ellos también lo hacían. Cuando me separé, y me pude ver en un nuevo mundo vacío, donde mis amigos eran también sus amigos, frases como “Vos sabes que es mi amigo también y yo mejor no opino en esto” se volvieron dolorosamente frecuentes. Pero también hubieron amigos que celebraron tu ruda decisión de seguir con tu escombro de vida, te apoyaron, y te alentaban que era lo mejor que pudo haber pasado.

Yo tuve maravillosos amigos que me dieron su mano cuando verdaderamente más lo necesitaba. Cuando yo sentía que no valía nada. Cuando ni mi familia (a quien amo con todo el corazón y no guardo ni el más mínimo rastro de resentimiento) pudo comprender la envergadura de mi humillación y destrucción. Hubieron personas que yo jamás pensé que iban a ser literalmente mi salvavidas. Personas que me guiaron (muchas veces sin saberlo) por un camino de descubrimiento y recuperación, mientras sangraba a borbotones por todas mis llagas y mis ojos no paraban de sacar lágrimas. Personas que cuando los conocí, y estreché sus manos por primera vez pude llegar pensar que literalmente se convertirían de manera completamente desinteresada en mis muletas.

No solamente me acompañaron en el camino, no solamente me curaban poco a poco con sus conejos, o solamente con sus oídos dispuestos a oír todo lo que tenía que decir, sino que hicieron suyo mi dolor. Simpatizaron conmigo, me entendieron, compartieron cada historia, y celebraban cada paso de convaleciente que yo daba. Me ayudaron a levantar mi cabeza para que yo pudiera ver que de verdad había una luz al final del largo túnel, y aunque yo supiera que esa luz estaba larga, por lo menos pude saber que existía y que tarde que temprano yo iba a estar ahí. Recuerdo que en esos momentos yo rezaba a diario para que Dios hiciera algo para que detuviera el inminente final, para que detuviera la destrucción de mi persona. Me di por vencido. Simplemente Él no lo iba a hacer. Y le comencé a pedir resignación y que me ayudara a sobrepasar todo el infierno. No solamente lo hizo, sino que me puso a amigos excelentes para que no estuviera solo. Y en menos de lo que yo pensaba, la luz al final del túnel no estaba largo.

Es mucho mas sencillo salirse de una relación y comenzar una nueva vida, que quedarse atrás recogiendo los pedazos de vida del suelo, tratar de ponerlos juntos, y hasta entonces comenzar a caminar. No quiero ser dramático, ni dar una imagen de mi mismo como una persona co-dependiente. Pero no puedo dejar de decirlo sin mentirme a mi mismo. Era una persona co-dependiente. Era un drogadicto y mi droga era la peor de todas… otra persona. Tal vez no era amor, dudo que exista un “amor enfermizo”. El amor es sano o simplemente no es amor. Muchas veces para conseguir la droga de la dependencia es necesario humillarse, destruirse, y es justamente el precio que pagué más de una vez. Y estaba dispuesto a volverlo a pagar, pero ya no quedaba en mi dignidad ni orgullo para pagarla. Ya no era nada. Y estaban, mis amigos ocultos de mi mente, dispuestos a ser amigo de esa persona supurante, de esa persona públicamente humillada, y darle sus manos. Ayudarlo.

Yo de verdad quiero decirle a esos amigos (muy pocos) que aunque regrese a esa relación, que su trabajo y su ayuda no cayeron en sacos rotos. Me ayudaron a convertirme en una persona diferente. A ver la vida diferente, a salirme de ese círculo vicioso que no estoy dispuesto a entrar nunca más. Y si he decidido regresar, es porque tanto la otra persona como yo somos personas diferentes. Nada fue un error. Algunas veces las personas pasan por un proceso doloroso de transformación. Yo nunca hubiera aceptado a regresar al mismo lugar de antes, y he regresado porque sé que no es el mismo lugar. Y aunque no debo explicaciones a nadie sobre las decisiones que tome en mi vida, considero que si se las debo a esas personas incondicionales.

Yo estoy destinado a la felicidad, y aunque esté o no esté en esta relación, que yo merezca ser feliz siempre lo voy a saber y siempre lo voy a buscar. Ni un paso atrás cuando se trate de comprometer mi autoestima. Soy una persona diferente, y la otra persona también lo es. Tal vez éramos solo unos niños, ¿Cómo esperar que una relación comenzada a los 18 años estuviera exenta de errores? Espero que así como compartieron esos momentos tan, pero tan duros para mi, estén dispuestos a compartir una nueva oportunidad. Muchas veces escuchamos discursos de agradecimiento en la tele, damos por sentado cuando dicen que nada de esto pudo haber sido posible sin su ayuda. La verdad que no quiero que suene así de vacío. Yo fui quien trabajó arduamente para salir del hoyo que estaba. Y aunque hubiera tenido la ayuda del mejor experto en autoestima, si yo no hubiera querido ayudarme nada hubiera podido salvarme. Pero es verdad cuando dicen que algunas veces uno no es suficiente. No lo hubiera podido hacer sin ellos. Gracias totales.