miércoles, 29 de junio de 2011

La Tragedia del Adulto Mayor

Nos gusta pensar que al levantarnos en la mañanas y nos alistamos para ir a trabajar, vamos a poner un granito de arena para que el mundo sea mejor. Pero para los que no trabajamos en una organización benéfica todo este pensamiento es solamente una ilusión. El mundo se ha convertido en un mundo deshumanizado, con corporación con fachada humana y huecos por dentro. Dicen querer ayudar a las personas, que todo lo hacen para ayudar a la sociedad, a las personas, que tengan una mejor vida. Todo es mentira. Lo que importa son los ingresos.

Mi trabajo consiste en lidiar con personas mayores. Ancianos. Las historias tristes son todos los días. Escuchar a estas personas escuchar sus desgracias, y ellas sabiendo que yo no puedo hacer nada para mejorarlas, lo convierte en una terapia psicológica. Lo único que quieren es ser oídos, hablar con alguien ya que su casa está ahora silenciosa desde hace años atrás que los hijos se han marchado. Quieren quejarse con alguien de que su pensión no le cubre ni sus medicinas. Solo quieren hablar con alguien que pertenece a una sociedad que ya los ha olvidado y solo espera que mueran.

Hoy hablé con una señora que me mantuvo en una conversación por casi media hora, y más que conversación era un monólogo. Desde el principio dijo que ella solo quería desahogarse y empezó sin detenerse a contar todo lo que pasaba. Y aunque tenía literalmente cientos de tareas que hacer me quedé en la conversación. De repente me desconectaba y me encontraba a mi mismo solo asintiendo y solo respondiendo “Tiene toda la razón”, “La entiendo completamente”. Frases que mi entrenamiento de servicio al cliente dice que diga cuando el cliente ha entrado al terreno personal en la conversación. También el mismo entrenamiento dice que no teme nada de lo que dicen personal, y que corte ese tipo de conversaciones encausando a la conversación a lo que le interesa a la compañía. Pero decidí ignorar esa parte de mi entrenamiento solo por esta vez.

Las pocas partes que escuchaba del monólogo de la señora todo lo que decía tenía razón. Pude ver otra perspectiva. Y me hizo pensar lo triste que es trabajar y alimentar a un sistema tan poco humano, y lo peor de todo que miente para hacer creer que sí es humano. Ella dijo que cuando era joven nunca pensó en envejecer, solía decir “Puedo ir poniéndome mayor, pero nunca me pondré vieja” diciendo que su juventud siempre iba a estar con ella, dentro de ella. Que siempre iba a tener espíritu joven. “Cuantas veces no he pensado eso yo” –pensé. Pero la realidad era otra, los años pesaban e iban acumulándose, las cosas no salen igual que hace veinte años atrás y aunque no le gustaba ya no podía caminar sin detenerse dentro de su misma casa.

De joven pensaba que lo que le quitaban de su pago al final del mes para el seguro social era una perdida de dinero. Nunca lo vio como inversión. Nunca pensó llegar a tomar tantas pastillas, y ahora con 9 prescripciones listas en la farmacia para recoger se ponía a pensar porque las pastillas no tratan a la enfermedad sino a los síntomas. Después de todo las compañías farmacéuticas no quieren curar enfermedades, solo quieren curar los síntomas. ¿Qué sentido tuviera para esas compañías curar la enfermedad? Después no pudieran vender más pastillas con todo el mundo sano. Y para empeorar las cosas, pastillas que necesitaba para poder tener un poco de calidad de vida al final de su vida. Pastillas que no puede pagar con el dinero que el gobierno le da. Y ahora entiende que ese dinero que el gobierno le da no es caridad (como lo veía cuando era joven) sino un retorno de su inversión que ella pagó mientras trabajaba. Dinero que el gobierno ocupo e lo invirtió en fondos de fidecomisos, en bonos, acciones, y ganó dinero, y ahora le regresan lo que le corresponde (menos de lo que le correspondería según ella) dinero que según estudios le darían para que tuviera una vida de anciano descentre mientras espera mientras que su creador la llamara. Pero no le alcanzaba ni para poder comprar las medicinas que va a aplacar el dolor de sus huesos. Como quisiera tener una medicina que curara la artritis no solo el dolor de ésta.

Parece que nunca fue una mujer creyente. Nunca mencionó a Dios o a una denominación en específica. Cuando mencionó a su “creador” parece que algo se le encendió en su mente. Me preguntó mi nombre. Le dije Christian (Cristiano en inglés). Dijo que si alguna vez hubiera tenido la necesidad de identificarse hubiera dicho cristiana. Alagó mi nombre. Sonreí. Parecía que su monólogo había acabado pero no.

No podía comprar todas sus pastillas, tendría que esperar unos días más. Su línea de crédito con nosotros estaba topada. “Y eso que tomo genéricas” –Dijo. Le gustaría ganar más dinero para poder pagar sus medicinas, pero nadie le daría trabajo. Tenía 75. Nadie la contrataría. Y los entiende perfectamente porque no pudiera trabajar un turno completo. Tendría que estar sentada todo el tiempo. Pero si pudiera trabajar medio tiempo como transcriptora de documentos. Sabía ocupar una computadora, pero no tiene una. Pero aunque pudiera trabajar medio tiempo sabe lo que su posible empleador estaría pensando “Muy pronto va a morir, y se reportará enferma cada vez más y más seguido”-Dijo imitando la voz de un ejecutivo de empresa.

Hubo una pausa, donde aproveche para recordarle que la estaríamos esperando para cuando llegara a recoger sus medicinas que le hacían falta, pero no me dejó terminar mi frase. Sabía lo que yo estaba haciendo. De seguro todos le hacen lo mismo, no solamente en esta compañía, de seguro cuando llama al servicio al cliente de su teléfono, en la fila para pagar en el supermercado, o en cualquier otro lugar que se tope con una compañía que encuentra improductivo tener a unos de sus empleados hablando por más de media hora con un cliente que no gasta mucho, y tiene poco poder adquisitivo. Ella sabía que estaba buscando como encausar la conversación a los asuntos que le importaba a la compañía. Ella de seguro ya tenía experiencia. Pero mi intento no hizo mella en su monólogo, y sin dejarme terminar, ni prestarme atención continuó.

Me dijo que le resultaba un poco cómico como uno puede conectar con alguien (en este caso yo) que nunca ha visto y probablemente nunca verá más. Conectar con ellos más que con la familia misma. Sus hijos sabían que ella tenía serios problemas de dinero, que no puede comprar sus medicinas completas, pero ellos tampoco pueden hacer mucho. Tienen su familia ahora, y aunque ella les haya dado todos sus esfuerzos, todos sus éxitos, fracasos, sueños, ellos tienen a alguien más para darle sus esfuerzos. Así era la vida. No se quejaba de eso. Ya lo había aceptado, lo había aceptado mucho antes que eso le llegara. No había más que discutir sobre eso. Y aunque sus hijos hacen lo posible para ayudarle no es suficiente. A ellos no le gusta hablar de esos problemas con ella. Se sienten mal. Y sin embargo ella esta contando sus problemas a mi, que no soy nada de ella. Y los cuenta más abiertamente que con su propia familia. Eso me hizo sentir humano. Me hizo pensar que estaba en una grieta del sistema de atención al cliente, y que aunque no podía ayudar a la señora a darle sus medicinas (tampoco ella nunca me lo pidió) la estaba ayudando de cierta manera a que no estuviera en su casa sin medicinas, con su frustración adentro y sin nadie con quien hablar. Posiblemente fui la única persona con quien habló ese día.

Me dijo que siempre hay que estar agradecido de lo que te da la vida. Rió, dijo que siempre le había llamado la atención el dicho que decía “Lloraba porque no tenía zapatos hasta que vi a alguien sin pie” “Nunca han tomado en cuenta a esa persona sin pie, nunca han pesando en la persona que está peor que nosotros, simplemente los ponemos de ejemplo para no sentirnos tan mal, pero son personas reales” No lo pude creer. Tenía la razón. Siempre pensamos que hay gente con hambre en África. Que no podemos estar peores que ellos. Nos hace sentir mejor. Pero esas personas en África siguen teniendo hambre. Pero igual ella siempre estaba agradecida de lo que la vida le dio.

Hay personas que no tienen un baño dentro de su casa (pensé que era un ejemplo raro, tal vez le dio ganas de ir al baño) “¡y yo tengo dos!” –dijo. Ninguno de los dos servía. Habían dejado de funcionar correctamente hace tiempo atrás. Cada vez que iba al baño tenía que descargarlo echándole panas de agua. Pero le costaba hacerlo cada vez más, y muchas veces con una sola vez no funcionaba. Tenía que hacerlo hasta tres veces. Pero después de todo tenía baño dentro de su casa y estaba agradecida por eso. Se disculpó por quitarme mi tiempo. Se despidió. Dijo que llegaría a recoger sus medicinas cuando su cheque de seguro social le llegara en la primera semana del mes. Y siguió ella con su vida, me imagino su casa llena de memorias que no ha querido tirar, con su baño sucio y el televisor con el mismo canal todo el día. Esperando una llamada o una oportunidad de hablar con alguien que hay días que no llega. Tal vez fui yo la última persona con quien habló y yo desconecté en 80% de la conversación. Pero lo que dijo me llegó… tal vez no al corazón pero si al cerebro. Y ahora nuestra conversación esta en mi blog.

sábado, 25 de junio de 2011

El pobre de Carlos

Muchas veces mientras estoy solo con mis pensamientos, y veo a alguien, solo con su cara, sus facciones, su gesto, activa en mi una reacción de imaginación y comienzo a crearle una historia. Pienso de cómo sería cuando regresa a su casa, su relación con sus padres, con su familia, y problemas personales. Me obsesiono con sus historias inventadas en la cabeza, y si las vuelvo a ver, creo que todo lo que he imaginado es real. Muchas veces son historias tristes, y me dan tristeza, los compadezco de su oscura vida. Aunque todo haya pasado únicamente en mi imaginación. Me han dicho que tengo imaginación de escritor, que mi mente esta programada para de la nada crear personajes.

Vi a alguien en el gimnasio. Un hombre en mitad de sus treinta, un poco pasado de peso, no podía manipular las máquinas que estaba ocupando, y con un anillo de oro en su dedo anular. Mi imaginación corrió. Ese día no llevaba mi Ipod y fue aun más fácil, casi mecánico, comenzar a imaginar su vida. Esta es la historia ficticia de Carlos… llamado así por su padre.

Carlos tenía una madre que estaba convencida de que la familia era el tesoro más preciado de una persona, y ella debía de mantenerla unida aunque tuviera que poner la felicidad de todos los demás primero que la suya. Había educado a Carlos con esa visión, y lo educó para que se casara antes de los treinta, y pocos años después llegaran los nietos. Carlos nunca pensó en otra posibilidad que esa. Nunca imagino que podía hacer algo diferente con su vida. Sabía que era lo correcto, y lo que sus padres esperaban de él.

A Carlos le gustaba la psicología pero su papá le instruyó que estudiara odontología como él. Después de todo iba a tener su ayuda al momento de poner su clínica. Su familia era de clase media alta, e iría a una buena universidad nacional. Carlos sabía que era lo mejor que podía hacer, después de todo su infancia la pasó escuchando a su padre hablar de trabajo en la mesa y no le parecía que debía ser mala profesión. Su padre le había dado todo lo que él y su hermano quisieron y era justamente lo que él quería para sus futuros hijos.

Fue a universidad privada sin preguntar porque, simplemente pensó que era lo mejor. A mitad de su carrera conoció a su novia de toda la vida. Carlos siempre fue un excelente alumno, con magnificas calificaciones y nunca se dio a la tarea de buscar varias parejas sentimentales. Había salido con muchachas antes, había tenido dos novias serias. Una en la secundaria que se fue a estudiar al extranjero, y otra en los primeros años de la universidad cuya relación se enfrío sin aun saber porque hasta llegar a un punto de no retorno. Nunca había terminado oficialmente con ella, pero el hecho de no llamarse por un mes y medio le dejaba muy claras las cosas. Aun más cuando la encontró en un centro comercial mientras llevaba al cine a su sobrino con otro muchacho. No le importó. Solo se dio cuenta.

Delia era una buena muchacha, del mismo estrato social de Carlos. Era una muchacha mucho más social que Carlos. Había sido presidenta de su colegio, y había sido la más popular de su secundaria. Tenía muchos amigos (la mayoría de la secundaria) que aun salía con ellos. Carlos no tenía ni uno de su secundaria. La acompañaba a sus reuniones de viernes por la noche a bares de la ciudad. Delia se arreglaba mucho, iba impecable. Él nunca supo como vestirse mejor para esas ocasiones. Delia siempre era el centro de atracción, contaba sus chistes, se reía copiosamente, hacía reír. Él solo la veía desde su vaso de ron negro con soda. Sonría, sabía que era lo mejor que le podía haber pasado. Su madre la adoraba.

Delia lo amaba, amaba a su familia, y aunque sabía que no era precisamente lo que ella pensó un día que conseguiría sabía también que sería el esposo perfecto. Nunca le faltaría nada a sus hijos, nunca le faltaría atención a ella y la haría feliz. La mamá de Carlos aprobó de inmediato su matrimonio, y se casaron en la misma iglesia que los papas de Carlo lo hicieron. Carlos sabía que era lo correcto para hacer, quería estar junto a ella por toda su vida, quería ver crecer a sus hijos, quería envejecer con ella, verla todas las mañanas, compartir cada instante de su vida adulta, velar por la educación de sus hijos, trabajar para ellos, vivir y echar raíces donde el destino los plantó. Delia se veía bella en su vestido blanco. Sus amigas estaban felices. La boda era simplemente perfecta.

Los niños no llegaron como pensaron. Llevaban cinco años de casados y no tenían hijos aun. Ella se planificaba aun. Él no entendía la razón, pero Delia rápidamente se dio cuenta que la vida de casados no es precisamente la más fácil, y quería tener buenas bases cuando llegara el primer hijo. Se le había hecho costumbre a Delia salir con sus amigas de secundaria después del trabajo los viernes. Carlos no le decía nada. Delia se quejaba con sus amigas, había llegado a llorar. ¡La vida tenía que ser algo mas! Debía de haber algo más que esta ciudad, debía de haber algo más que estas sensaciones, que estos gustos, que estas experiencias que ella tenía todos los días. El mundo era algo tan rico para ir todos los días al mismo lugar y regresar al mismo lugar. Ya no quería hijos. Dudaba si es que ya no los quería del todo, o simplemente no los quería con Carlos.

Habían pasado meses desde que ellos dos compartieron las mismas pasiones en su cama. Carlos notaba que ella se dormía mucho después que él. Delia se quedaba viendo al infinito de su cielo raso todas las noches. Carlos se daba la vuelta. No sabía aun que pensar. No sabía en que confiar, no sabía a quien recurrir. “de seguro lo que falta es un hijo” pensaba. Trabajaba cada vez más duro para crear las bases de que su esposa quería para poder comenzar a construir su familia. Un viernes se quedó hasta tarde en su consultorio. Leyendo libros de su profesión, su esposa no estaba en casa había salido con sus amigas. Tendría que pasar comprando comida una vez más. Pasó frente a un gimnasio. Tal vez eso era lo que necesitaba.

Luego de su primer mes de gimnasio las cosas no mejoraron el casa. Un viernes llegó a casa y su esposa aun no llegaba. Se fue a dormir y cuanto despertó el sábado su esposa aun no había llegado. Sin extrañarla se hizo el desayuno, encendió la tele y vio las noticias. Su esposa llegó. Se sentó a la par de él, le tomó la mano y lloró. Carlos perdió el apetito. Delia se había dado cuenta mucho antes que él que la vida no necesariamente es una línea recta de estudiar, casarse, hijos, envejecer y morir. Lamentaba no haberse dado cuenta antes, pero sentía que su felicidad estaba en otro lugar. Carlos no entendía el concepto de felicidad bien. Para él la familia era primero antes que la felicidad. Delia se levantó y fue a dormir. Carlos quedó frente al televisor con las noticias del sábado en la mañana. No sabía a quien llamar, a quien contarle, a que hombro llorar.

Carlos nunca pensó que tal vez había algo mucho mas afuera que su consultorio y de su casa de tres cuartos, nunca pensó que tal vez todo lo que le dijeron sus padres no necesariamente tenía que funcionar para él. Ya no era joven, sentía que había echado a la basura su vida. Tal vez hubiera sido mejor haber sido psicólogo, tal vez hubiera sido mejor tomar su camino a los veinte y estar en un país extranjero haciendo trenzas para poder comer. Sería un hombre sin familia y aun no sabía que tan bueno o malo podía ser eso. Veía sus paredes con fotos con su esposa. Se preguntaba una y otra vez en que punto todo había dejado de existir. En que punto él se había dado cuenta que esto era inevitable y decidió ignorarlo.

Delia se fue de casa una semana después. No hubo lágrimas, no hubo llanto, no hubo drama. Y aunque nunca firmaron el divorció oficialmente a Carlos le quedaba claro que había claro que ella ya no era su esposa. Cuando se topó con una vieja amiga de Delia en el centro comercial mientras iba solo al cine y ella le contó que Delia había ido a estudiar una especialidad a Europa le confirmó todo. quiso ocultar su mano que aun cargaba el anillo en su dedo anular pero había reaccionado muy tarde, la amiga de Delia ya no lo había notado. A Carlos no le importó que Delia estuviera lejos. Fue al baño, se lavó las manos y dejó el anillo en el mostrador. Al día siguiente se levantó a la misma de hora de siempre para ir a su consultorio. Su paredes aun tenía las mismas fotos.

lunes, 6 de junio de 2011

El problema español

Recuerdo mi primer Eurovisión, no fue hace mucho tiempo atrás. El primer Eurovisión que vi completo fue en el 2004. Poco a poco, y año a año, mi interés en el “programa favorito de Europa” fue creciendo, hasta llegar a ser un Eurofan completo. Todos los años escucho comentarios, pronósticos, y quejas de Eurofan españoles de cómo su televisora le pone poco importancia al festival. Y esos comentarios son acentuados semanas después cuando España termina ocupando su aparente eterna posición en la tabla del festival. Posiblemente el último, o el penúltimo.

Lo que me llama la atención, o mejor dicho, lo que de verdad me da risa, es que ellos pasan semanas tratando de encontrar una explicación del porque España termina siempre de última. Le echan la culpa… una vez más a su televisora, a la posición en la que cantó, en la ropa que ocupó el cantante, los coristas, la coreografía, quien cantó antes, quien cantó después, hasta he escuchado que el maquillaje del cantante fue el culpable (caso Soraya Arnelas). Es una lástima que los Eurofan españoles tengan poca idea de la razón del porque su país no puede acertar una posición decente.

Desde Nicaragua, mi apoyo incondicional es para España, aunque todos los años tenga una canción favorita, anhelo igual que los españoles que España se alce con el triunfo del festival. Sería lo mejor que pudiera pasar. Pero al tratar de analizar la razón del porque España no logra acertar una, creo que soy un poco mas imparcial que los españoles. Son miles de razones que acarrean el problema español en Eurovisión, miles de factores que al unirse les da tan nefasta posición en la final del festival, pero en mi opinión la más importante es: que España ha perdido la visión del festival de Eurovisión.

Eurovisión no es más que un concurso de la canción, y quien vota son las masas, y para llegar a las masas se necesita una canción para las masas. España sigue creyendo que el festival es un escaparate de la cultura del país, que se debe de juzgar la composición, música y letra de la canción, y que la mejor canción (musicalmente hablando) es la que tiene más posibilidades de ganar. Pobres. Nunca van a ganar si siguen ese camino.

Ya que Eurovisión es un concurso para las masas, y la canción debe de llegar a las masas, lo más obvio es que hay que hacer llegar el mensaje de la canción en un idioma que las masas sepan. Inglés. Europa es un mosaico de idiomas, dialectos, y variaciones dialécticas. Incluso hay regiones enteras de España donde no se habla español. ¿Por qué España sigue apostando por una canción étnica, latina, y español? Si analizamos detenidamente, el último año donde España tuvo una posibilidad palpable de ganar fue con “Europes Living a Celebration” no creo que sea una coincidencia que el estribillo de la canción fuera en inglés, y fácil de entender, y que de verdad estuvieron cerca de ganar.

Ahora, “Que me quiten lo bailao”, que para empezar, yo siendo un hispanoparlante, y que es español sea mi lengua materna, no tenía ni idea de que significaba ese título. ¿Por qué mandar una canción con un dicho meramente español a un festival que no habla español? Si revisamos un poco para atrás, “Quien maneja mi barca” una españolada, quedó de último. Y es que no importa que la canción sea en español, pero si lo hicieran un poco mas universal, despojándose de su herencia folklórica, y con algo fácil de entender, tuvieran un poco más de posibilidad... ejemplo “Dime” en el 2003.

Si España sigue apostando a ritmos latinos, españoles, y una canción completamente en español están yendo por la dirección equivocada, al menos que quieran siempre quedar de último. No creo que sea la culpa de la televisora, ni el presupuesto que ésta quiera darle al festival, ¿Cuánto será el presupuesto de la televisora Azerí que ganó Eurovisión, o el presupuesto de Ucrania que siempre ha quedado en los primeros 5? ¿Será de verdad un presupuesto más alto que el que destina la imponente Radio Televisión Española? No es la culpa de TVE, es la culpa de las canciones que los españoles eligen. No es la culpa de preselección, es la culpa de los votos de los españoles.

De verdad me llamó mucho la atención el comentario de un reportero Eurofan sobre Suecia. Dijo que Suecia había mandado una canción de calidad el año pasado con “Its my Life” pero se dieron cuenta que en Eurovision no se gana con canciones de calidad, se gana con canción para las masas y que por eso este año mandaban a Eric Saade con “Popular” porque sabían que era una canción de las masas. El reportero era español, y lejos de ver la viga en sus ojos, criticó la actitud de los suecos y de su televisora por apostar por un muchacho guapo, que no canta nada, con una coreografía elaborada, y una canción sin esencia. El resultado fue… que Suecia casi gana. ¿Por qué los españoles no se dan cuenta de su verdadero problema con Eurovisión? Olvídense de la composición, de la letra, de la música, de la esencia del arte en la canción, es tiempo de hacer canciones para las masas, y en esa ganarán Eurovisión. No es la culpa de los coristas, el vestido, o su televisora, es la culpa de su visión de lo que es el festival, una visión que se murió cuando murió la década de los 70.