lunes, 14 de enero de 2013

Epílogo


Solo pensar en ver a Estefanía nuevamente después de tantos años le provocaba a Álvaro una sensación extraña en el estomago. Veía a su conductor manejar a su madre a la par tan plácida. Como si nada extraño estuviera pasando. Que Estefanía hiciera una reunión familiar para navidad e invitara a todos ya era lo suficientemente raro para estar nervioso. Después del exilio generalizado de la casa de la playa todos habían seguido con su vida. Álvaro aun lo intentaba después de tantos años. No conocía la casa de Estefanía, sus tres hijos, su modelo de vida después de aquellos días bajo las palmeras de la casa. Todo le parecía tan subreal. Tenía la vaga sensación como si regresara en el tiempo y sentirse todos juntos en el mismo techo. ¿Habrá cambiado ella? ¿Cómo estaría Ernesto? ¿Le habrá perdonado Estefanía su pecado no cometido o solo quería tener un largo y tedioso acto de cierre con todos los involucrados en aquellos días que nadie los tiene tan claro?
- ¿Crees que haya invitado a Alisson? – Preguntaba Álvaro a su madre mientras se aproximaban a la casa
- No creo. Es mejor que no lo haga. Por vos – Decía Margarita mientras se acomodaba su bufanda

Margarita se bajó del carro. Era su sobrina favorita. No había dejado la comunicación con ella nunca. Álvaro tardo un minuto para encontrar el valor y comenzar su trayecto hasta la puerta. Era una casa familiar, las bicicletas en la entrada delataban que habían niños. Tres según tenía entendido. Su madre lo esperaba en la puerta para tocar el timbre. Mientras Álvaro subía las escaleras a la entrada la puerta se abría. Era Estefanía. Ahora ocupaba el pelo largo. Abrazó a su tía y luego levantó la mirada. Le tomo un par de segundos reaccionar a la cara de Álvaro y luego una gran sonrisa se le dibujó. Lo abrazó mientras le daba la bienvenida a su casa.
- Te ves diferente – Le dijo Álvaro mientras se separaba de ella
- Han pasado años

Álvaro sintió que no debió haber mencionado de entrada los años que llevaban sin verse. Ella avanzó hasta la parte trasera de la casa donde toda la familia estaría. Álvaro recorrió la casa con su mirada. Una pared con cientos de fotos de la vida de Estefanía y de Ernesto después de la casa de la playa, dibujos de sus hijos, una esquina convertida en un bar. “Siempre tendrá que haber un indicio de tu pasado” pensó Álvaro mientras avanzaba por el piso de madera. Trató de tan siquiera reconocer algo más que lo llevara a aquellos días largos frente al mar, trató de sentir si el alma de Estefanía también estaba inundada de aquella melancolía de días de sol y palmeras moviéndose al compas de una danza interminable. No había nada. Ni una sola foto. Cientos de fotos habían sido destruidas para tratar de borrar aquella época vergonzosa para toda la familia. Álvaro no recordaba la vergüenza que debía haber sentido por esos días.
- ¡Sobrino! Decidiste venir – Gritó Andrés en la espalda de Álvaro mientras el miraba detenidamente todas las fotos de la pared
- Tío. ¿Cómo ha estado?
- ¡Álvaro! Que sorpresa – Saludaba Ernesto
- Bueno, no creo que haya tenido muchas opciones después de su invitación – Álvaro siempre sintió mucha más confianza con su primo Ernesto antes que con su prima Estefanía.
- ¿Y Denisse? – Preguntó Ernesto
- No estamos juntos desde… hace mucho tiempo – Respondió Álvaro mientras regresaba su mirada a las fotos
- Parece mentira que tengamos ahora tres hijos. Como el tiempo y las ideas pasan
- Así me he dado cuenta

Álvaro no entendía el porque lo habían invitado a él. Después de todo. Decidió quedarse dentro de la casa mientras la reunión se amenizaba en la terraza. Parece que él era el único que tenía esa nostalgia dentro de sí. Aquellas ganas inquietas, aquellas ganas que uno trata de aplacar dentro de nuestro ser, aquel anhelo de tal vez no regresar a la casa de la playa sino de nunca haberse ido. Nunca había tratado de rehacer su vida. Para él no había vida que rehacer, solo el tiempo que transcurre sobre un cuerpo que ya no vive. Cerró los ojos e imagino una vez más la casa, con su terraza frente al mar, Alisson y Estefanía hablando en la playa bajo el sol. La salinidad del viento, la vida en el aliento, y el potencial destructivo que todo aquello representaba. Como estar sentado en una bomba. ¿Cuánto la vida tiene que cambiar para darse cuenta que uno ha dejado el camino que siempre quiso estar? Sintió un pequeño roce en el hombro.
- No sos el único. Yo también lo siento. Por eso te invité, para pretender por una noche que estamos los dos bajo esa misma casa. – Le dijo Estefanía
- A veces se dicen muchas más cosas cuando no se dicen las cosas. – le respondió.