miércoles, 29 de julio de 2015

Ahí Estaba

Ahí estaba. Como había estado años atrás y como parecía iba a estar en mi memoria por siempre. Un gusto súbito me recorría y es que no es que pudiera saber con certeza que era lo que pensaba en ese momento. Solo sabía una cosa. Ahí estaba.

Una película de esas malas, de esas dramáticamente malas, se desvelaba en mi memoria mientras sin pensarlo caminaba hacia él. Ahí estaba. En un momento la conexión con sus ojos marrones se perdió pero mis pasos estaban decididos a ir a esa esquina donde estaba. No lo pensaba. No lo reaccionaba. Como una mariposa a la flama. Me aproximaba por inercia irracional y extendía mi mano en búsqueda de ese ínfimo contacto personal que perdimos.

¡Como nos acoplábamos como piezas de rompecabezas! Pero esa tarde decidimos, decidí, que nos encajábamos más. Tal vez y de verdad ya no encajábamos, pero mis pies seguían caminando a lo que parecía un espejismo. Justo como mi memoria lo recordaba esa tarde. Ni un pelo menos.

Y en un momento de un segundo ocurrió el contacto de lo que creo que fueron tres años o más de separación física, mental y sentimental. Tal vez hubiera puesto más mente a ese momento. Mejor lo hubiera capturado en cada sensación permisible para recordarlo y sonreír de felicidad nostálgica cuando me toque morir solo en solo Dios sabe que cama. No fue mágico, pero fue bueno. Fue lo que mi cuerpo necesitaba. En un instante de un segundo dos piezas que no encajaban más volvieron a encajar.

¿Que decir? ¿Como reaccionar luego que mis pies por voluntad propia me llevara donde él? Ahí estábamos. En todos los años de lucha juntos recorrimos cada rincón de la ciudad que había usada y abusada por nosotros menos ese lugar. Un lugar virgen de nuestras historias dramáticamente malas y para servir de escenario para el último capitulo de que se convirtió, es, y siempre será mi historia dramáticamente mala.

domingo, 26 de julio de 2015

Treni Per Tozeur

Nunca había visto pasar las casas de las ciudades a la velocidad de un tren, porque casi nunca tampoco use un tren; solo esos días de turista ahora ya lejanos. Todo eso me había estado como vedado. ¡Que lindo hace el trayecto ver las ciudades esporádicas pasar por mi ventanilla! ¡Que lindo hacen los colores de sus pórticos en un segundo de trayecto! ¡Que distinto se mueven las gentes bajo este ambiente de perfección y estabilidad! Casi todas las personas parecen bellas, jóvenes, libres, despreocupadas al recoger sus abrigos hechos a sus medidas de hombros y caderas, ese gesto intimo de recoger los brazos por el frío, proteger la cara por el viento que arrastra el tren llegando a su plataforma, hay una magia en cada uno de esos gestos. ¡Como quisiera para mí una de esas personas estampadas en el paisaje de mi ventanilla que pasan remotas en un mundo de elegancia y de buen vivir! Desearía verles quitarse esos abrigos por un calor visceral; mirar de cerca esos extraños cortes de cabellos; oler junto a su ropa, ese aroma que hasta ahora solo se me he imaginado detrás de esta ventanilla del tren.