viernes, 22 de febrero de 2013

El Ataque del Trauma Asesino.

Una vez miraba en televisión un documental sobre las fobias. Trataban a un paciente que le tenía miedo a las alturas con una simulación virtual. Luego el psicólogo dijo que cuando un temor está muy arraigado al punto de ser una fobia el paciente nunca va a curarse al cien por ciento, pero el tratamiento le ayudaría a vivir una vida normal. Me impactó. Por mucho que busquemos ayuda, por mucho que queramos ser una persona diferente… nunca vamos a vivir sin nuestras fobias. Simplemente aprenderemos a ocultarla, y a que tal vez no controle nuestras vidas nuevamente. Yo pensé que la cura a la solofobia ya la había encontrado.

Mi amiga María tiene una fobia muy grande. He sido amigo de ella desde hace un tiempo y la conozco muy bien. Así que puedo hablar por ella. El sueño de María era vivir una historia de amor. Soñaba despierta todos los días en la escuela (tal vez por eso de sus malas calificaciones) sobre el amor perfecto. Se imaginaba a su novio perfecto, y no quería nada más que una verdadera historia de amor. Recuerdo haberle dicho una vez que tal vez estuviera enamorada del amor solamente.

Luego tuvo su primer novio. Ella estaba muy contenta. Recuerdo haber salido mucho con ella en ese tiempo. Se le veía feliz, como nunca. Pero su novio la dejó sin razón aparente luego de tres semanas. Luego se volvió a enamorar para que ahora éste la dejara por otra mujer… en tres semanas. Muy pronto María comenzó a creer que las historias de amor tal vez no son reales… y si lo fuesen entonces sería solamente para algunas personas. Pero lo que no sabía María que pronto sería más feliz que nunca. Conoció a su tercer novio. Una relación muy larga. 10 años duró con el muchacho. La pobre María tuvo que vender hasta su alma para poder mantener viva una relación que debía haber durado (aunque ella aun no lo acepte) 3 meses. Resistió de todo mi pobre amiga, pero se le veía feliz. Como una vez le dijo otra amiga a María “Ese hombre es tu más alto y tu más bajo”.

Pero aunque María quería ser feliz, sabía que para serlo tenía que dejar pasar miles de infidelidades del hombre que al día siguiente le juraba hasta con los dedos del pie que para él ella era la única mujer que sus brazos querían. Yo siempre he pensado que ese hombre no debió de haber abrazado a ninguna de las mujeres con quien se acostaba. “Bueno… un sueño lo vale todo” era la filosofía de mi pobre amiga. Ella salía de noche con su novio mientras toda la ciudad sabía todas las infidelidades. Porque también resulta ser que el hombre nunca gastó una caloría tratando de ocultar sus aventuras.

Uno de los tantos días que tuvo durante 10 años junto a ese hombre, mi amiga pensó mejor las cosas y decidió que no hay que tener miedo a morir solo, sino miedo a morir con alguien que te hace sentir solo. Logró quebrar las cadenas de esa relación. Luego pensó: ¿ahora que soy libre de esta relación que es lo que debo de hacer primero? Y obviamente la respuesta era ir a terapia. Mi amiga dejó su buen dinero en psicólogos que le diagnosticaron una adicción. Adicción a la aprobación de la gente. Según ellos esa fue la razón de una relación tan larga con algo que no vale le pena. María se dio cuenta que había mal gastado su dinero porque ella sabía justamente antes que la razón porque no terminaba su relación era para que las personas la admiraran por mantener una relación por tanto tiempo. Pobre mi amiga.

Luego mi amiga pensó que lo mejor era mudarse de ciudad. Cambiar de aires. Ir a un lugar donde se aprecie la nueva María que ella se sentía. No tardó ni dos meses cuando María encuentra el amor. El problema es que María ahora le tiene fobia al amor. No puede confiar en nadie. Aun sabiendo esto María le da una oportunidad a la relación y descubre que es el amor de su vida. El príncipe azul que ella siempre soñó. El nuevo muchacho siempre le habló a María sobre la importancia de una relación estable y de la fidelidad. Creo que María no necesitaba escuchar más. Y resulta que tomó una buena decisión porque María nunca fue más feliz en su vida. Era capaz de confiar. Era capaz de cerrar el libro de su pasado. Claro que su nuevo novio vale mucho la pena. Es muy cariñoso con ella.

Un día estaba en mi casa cuando sonó mi teléfono. Contesté y era María. Tenía la voz seca. Me dijo que estaba frente al espejo peinándose y pensando lo feliz que era y lo tan afortunada que era al encontrar lo que parecía ser el último hombre bueno en el planeta. Cuando de repente… ahí estaba. Ese pensamiento fugaz que cruza a la velocidad de la luz la mente perfectamente en sincronía con el canal “Felicidad”. “¿Y si me esta mintiendo?”. “Cuando se trata de hombres perfectos… no puedo dejar de preguntarme ¿Qué tan cierto es lo que me están diciendo?” me dijo María por teléfono como si su mundo hubiera llegado al fin.

María ha recibido el mismo consejo de todos sus amigos. Que por fin esta viviendo su sueño no se lo está dejando vivir por su fobia de que todos sus novios la dejan por serle infiel. Pero ¿Quién puede culparla? Si al paciente con fobia a las alturas nunca se le iba a desaparecer su fobia ¿Porque María no puede aprender a vivir con la suya? Un día de seguro el paciente con fobias a las alturas podrá viajar en avión, se volverá backpacker y recorrerá el mundo. Se enamorará en Roma y cuando visite el apartamento de su novia para conocer a la familia ésta viva en un 5to piso y la familia acostumbre a fumar en el balcón. Cuando el paciente sale al balcón (aun sin acordarse de su fobia) y ve la calle abajo. Comienza a ver que el balcón se hace más pequeño, comienza a sudar, trata que nadie lo toque y comienza a pegarse a la pared y en lo que menos piensa comienza a gritar. Ha causado muy buena impresión a su nueva familia Italiana. Un día su fobia atacará de nuevo. Un día todas nuestros miedos vendrán a aguarnos la fiesta. María acaba de descubrir eso.

jueves, 7 de febrero de 2013

El Sacrificio Máximo


Por alguna extraña razón toda la vida me ha llamado la atención las grandes historias de amor. Romeo y Julieta, Cumbres Borrascosas, Arráncame la Vida, Anna Karenina, o Breve Historia de un Amor Eterno. Me encanta la conexión tan íntima que hay entre la locura y el amor hasta el punto de confundirse con la locura. Amó tanto Juana de Castilla a su esposo Felipe el Hermoso que por toda la eternidad la conoceremos como “Juana la Loca”. Triste.

Todas estas historias de amor tienen un común denominador en donde la persona se desapega de sí mismo y vive en una especie de trance cósmico. Deja de pensar en uno mismo para solo pensar en el bienestar de la otra persona. Deja atrás años de arduo trabajo, de esfuerzos, familias, amigos y van tras la búsqueda del ser amado como una polilla es llamada a la luz. Se enfrentan a sociedades, familias, pestes, guerras, muerte, y todo obstáculo imaginables.

Tenemos años (si no décadas) de no escuchar una historia de amor épica. Y es que los sacrificios de esta sociedad moderna no son los mismos que los sacrificios que nuestros personajes de grandes historias de amor tuvieron que hacer en su sociedad. Voltaire hizo que Candide atravesara el atlántico durante tempestades, guerras indígenas y terremotos para poder vivir su historia de amor con Cunégonde y hoy solo basta con 13 horas de vuelo para cruzarlo y los únicos obstáculos son visas, equipajes perdidos y aeropuertos atestados. Pero aunque cruzar el Atlántico ya no sea una gran proeza no significa que no sea por una historia de amor.

Pero no son los sacrificios los que más me ha llamado la atención de las grandes historias de amor sino el cambio radical que la persona vive. Pasamos nuestras vidas construyendo quienes somos, ocultando nuestros miedos, superando nuestros traumas, viviendo solos en una burbuja, construyendo nuestras paredes, poniendo verjas en nuestras ventanas, asegurando nuestras almas para que en el juego que llamamos amor no salgamos mal parados. Pero un día caminas por la calle y una sonrisa lo cambia todo. Caminas ahora acompañado por cientos más de calles, probando nuevos sabores, escuchando como tu nuevo acompañante caminante ha construido sus paredes. Y de repente todo cambia dentro de vos. Abres las puertas, quitas las verjas, derribas tus paredes y piensas que nada puede salir mal, y si algo sale mal solo un segundo de aquella bella sensación valdría la pena el sacrificio.

Todos tenemos cosas en nuestras vidas que no nos gusta hablar. Todos tenemos rastros de nuestra personalidad que guardamos en una gaveta que solo nosotros queremos ver. Y sabes que ha llegado el momento de enamorarte cuando compartes esa gaveta secreta. Te dejas ver. Y es en ese preciso momento que has entrado en proceso de evolución. Que ya nunca serás el mismo. Y es que no hay cambio más importante que el que haces por otra persona y no por ti mismo. Ya no sos uno. Tu alma se refleja en los ojos de la otra persona. Ya no piensas en solo en vos. Y es que no se trata de flores, de chocolates, de tarjetas, ni de cenas románticas, simplemente se trata del mayor sacrificio que uno pueda dar… uno mismo. La autoinmolación. Y es que todo el resto no es nada cuando uno esta dispuesto a darse a sí mismo. El dinero es simplemente un pedazo de papel.