sábado, 19 de febrero de 2011

"No era Lógica, era Amor"

Todos tienen su lugar feliz. El mío es en una casa modesta con un porche frente a la playa, una mecedora cómoda, una mesa a la par con una botella de vino, de esas que existen en mi imaginación que por mucho que sirvas en la copa nunca se acaba, y un atardecer. La casa tiene palmeras en el frente, y dos árboles frutales próximos a cerca de maya que divide la propiedad de la arena blanca, entre estos árboles se puede ver una hamaca meciéndose con el viento, se puede escuchar las olas romper en la orilla. Hay un libro abierto por la mitad con la cubierta para arriba en la mesa a la par, es un libro interesante de cubierta negra. El viento sopla y trae un olor salino, a la par mía no hay mecedoras, no hay indicio que alguien más pueda estar ahí. Es un lugar completamente secreto, nadie puede entrar, nadie ha entrado antes. La luz es naranja por el atardecer y algunas veces tengo que entrecerrar los ojos porque la arena traída por el viento suele meterse en mis ojos. No tengo la necesidad de mecerme en la silla, el viento hace ese trabajo por mí.

En mi lugar feliz suelo pensar mucho. Suelo darme cuenta de muchas cosas. Todos debemos tener un lugar feliz para escapar de esos momentos difíciles que hacen que dudemos de nosotros mismos. Otras veces solo necesitamos un lugar así cuando simplemente no sabemos que hacer. No sabemos que pensar, y decir nuestros pensamientos en voz alta nos da miedo, porque aun no están encubados, porque aun ni siquiera estamos seguros nosotros mismos de que es lo que estamos pensando. Muchas veces pensamos que estamos seguros de algo, luego ya no lo estamos. Algo cambia y repensamos las cosas. Nos deja con nuevas alternativas que antes no existían, y cuando uno menos lo piensa es el momento de visitar nuestro lugar feliz. Dejar de pensar en nuestra encrucijada por un momento, tomar un poco el vino que solo existe en nuestra mente, y cuando ya te relajaste llega una vez más el pensamiento. Lo meditas, lo piensas cien veces, y muchas veces no terminas con la respuesta.

Hace mucho, pero mucho tiempo, estaba describiendo yo el mundo de las citas, parejas, y compromisos. Era poco más que un adolescente. Tenía un novio (el primero creo), que todas las noches veía Sex and the City a la hora que nosotros hablábamos por teléfono. Decía que era la mejor serie de todas. Yo nunca la había visto, y le reclamaba con un tono un poco sarcástico que si iba a ver el televisor o íbamos hablar. Él apagaba el televisor… o por lo menos eso me hacía creer. Luego que nuestra corta y puberta relación llegara a su final, pasando los canales, encontré la serie. Miré un capitulo, y desde entonces no puedo dejar de pensar que es la mejor serie de toda la historia.

Cuando fui a ver la primera película, quedé devastado como cualquier otro al ver lo que pasó el día del casamiento de Carrie y Big. Y luego de una amarga transición Carrie le da una oportunidad a Big diciendo “No era lógica, era amor”. Me pareció romántico, porque yo vivía bajo ese concepto. Pero ahora que no vivo, ni pienso, ni me interesa ese concepto (o por lo menos eso creo yo), me pareció débil de Carrie. Después de diez años de una relación que la dejara frustrada, abandonada, secundada, donde nunca pudo obtener lo que quiso, después que ella dejara todo por el bien de su relación, después de todo lo que ella dio… él simplemente no se pudo bajar del carro el día de su boda. No pudo obligarse a bajarse del carro solo porque Carrie no lo quedó viendo mientras ella se bajaba del suyo. Yo pensaba que Carrie era dura, pero me decepcionó.

Luego, a solas con mis pensamientos en mi lugar feliz recordé “No era lógica, era amor”. Muchas veces tratamos de hacer la decisiones más lógicas para nuestras vidas, al parecer tomar decisiones lógicas nos salvan de uno que otro bache, caídas y lágrimas. Tratamos de tomar el trabajo con la mejor paga ¿Lógico no?, tratamos de sacarle el valor presente neto a nuestras inversiones y elegimos el número más alto ¡Más que lógico!, tratamos de comprar cosas que sean de mayor calidad y mejor precio… ese es muy lógico, pero al momento de elegir a una pareja, o de perdonar a nuestra pareja, ya no somos tan lógicos.

Carrie había dejado ir a hombres mucho más perfectos que Big, Aidan por ejemplo, solo porque ella no estaba lista para casarse, o Alexander porque le soltó la mano en una exhibición cuando le había prometido no hacerlo en toda la noche. Pero a Big, que la había dejado en el altar con más de 200 invitados, que nunca la buscó sabiendo donde ella vivía, que lo único que hizo fue transcribir cartas de amor de un libro a la computadora para luego mandárselo por correo electrónico, a él todo fue justificado con “No era lógica, era amor” y todo fue borrado de un solo beso. Y es que de verdad no es lógico. Y es que de verdad era amor.

¿Hasta donde tiene que llegar uno dejando la lógica atrás? ¿Cuánto uno tiene que comprometer su salud emocional por el amor? ¿Dónde quedaron las lágrimas de Carrie luego de la boda? ¿Dónde habían quedado los mías? Y es que Carrie sabía que Big lo máximo que podía hacer era pedirle a su secretaria que transcribiera esas cartas. Era la máxima prueba de amor para él. ¿Cuándo se trata de perdón, por cuanto estamos dispuestos a conformarnos? Mientras uno le ofreció el mundo, Europa, glamour, mientras el otro se moría para casarse con ella, de formar una familia, de unir sus vidas hasta el final de sus días… ella decidió irse con el que no pudo bajarse del carro el día de su boda. Pero si Carrie hubiera esperado encontrar su apartamento lleno de sus flores favoritas, y un gran anuncio en Times Square pidiéndole perdón posiblemente se hubiera quedado soltera un poco mas de tiempo. No es culpa del olmo que no quiere dar peras, es culpa del que se las pide.

Luego de su reconciliación vimos poco más de veinte minutos más de película. Y todos consideraron que fue un final feliz, que ellos habían quedado felices, olvidando al parecer mas de dos horas de sufrimiento, soledad, y depresión que tuvo que pasar la amada protagonista solo porque él no se pudo bajar del carro. ¿Por qué nos derretimos por tan poco? ¿Por qué Carrie consideró esas transcritas cartas de amor en su correo electrónico como una “perdón, volvamos a estar juntos”?

Todos soñamos con nuestros finales felices de la misma manera que soñamos con nuestros lugares felices. Parece que un par de minutos de felicidad, de risa incontrolable, de inmadurez, de esa sencillez de corazón, le gana de sobre manera a noches enteras de dolor físico en el pecho, de lágrimas amargas, de humillación. Y es que tal vez de verdad no sea lógico, tal vez todo se resuma al amor. Pero ¿Qué tan lógico es pensar que no nos debemos llevar por la lógica sino por el amor? Tal vez nuestro ilógico lugar feliz tenga un poco más de lógica con una mecedora a la par de la tuya con la persona que en tu interior sabes que quieres que esté ahí pero aun no estas seguro si lo debes decir en voz alta. Pero solo hay una persona en este mundo que no puedes engañar, y ese sos vos mismo. Siempre vas a saber lo que de verdad piensas, y sabes que no siempre es lógico.


lunes, 14 de febrero de 2011

Reflejos Involuntarios sobre el Trauma

Pablov. Pavlov y su famoso experimento con su perro. Demostró no solamente que los perros salivan al ser alimentados, sino la trascendencia de los reflejos involuntarios de todos los seres vivientes. Hubiera resultado de la misma manera si al perro le hubiera pegado hasta el cansancio con su faja, y cada vez que le enseñara la faja al perro éste se retraería en una esquina muerto de miedo. Hubiera sido mucho más cruel, pero igual de efectivo.

Un día nuevo empezó como cualquier otro, y aunque tengo un calendario en mi cuarto no lo vi. Llegué al trabajo, abrí google para encontrarme con la peor estampa posible. Tomé mi celular y le eché un vistazo a la fecha. 14 de febrero y google había caído en el frenesí que se cierne sobre este día. El peor de todos. Con miedo abrí mi facebook para encontrarme con una avalancha de estados sobre el día de San Valentín. Una y otra vez leí las mismas frases prefabricadas de tarjetas de hallmark.

Según la versión oficial, San Valentín era un guerrero romano, y aunque es santo según la Iglesia Católica, la prueba de su existencia está en duda. De hecho no hay pruebas que un día existió algún santo que respondiera a ese nombre. Al ver la evidencia abrumadora (o mejor dicho la falta de evidencia) de la existencia del santo, la Santa Iglesia decidió retirarlo de su calendario. Ahora el pobre San Valentín se quedó sin día. Y me resulta un poco cómico que le den una festividad del amor a un santo que de verdad no estamos seguros de su existencia. Pero más que cómico, me resulta propicio. Un santo que no se sabe si existió para un sentimiento que no se sabe si existe. Y es que esta celebración tan burda tiene el poder mágico en mí de hacerme dudar de la existencia del amor. Todo el año paso siendo el romántico enamorado del amor, y cuando llega el 14 de febrero dejo de serlo y me pongo a cuestionar tan dogmático sentimiento, así como cuestionaron la existencia de San Valentín, y ahora yo lo saco de mi calendario personal. El amor se quedó sin día para mí.

Recuerdo hace más de cinco años atrás, cuando aun era soltero, que en la universidad donde estudiaba hacían una gran celebración para este día. Los clubes se reunían y vendían globos, rosas, tarjetas, hasta serenatas. Uno las pedía con anticipación y la persona que lo iba a recibir no sabía nada hasta que a la hora del almuerzo tenía a un montón de gente cantándote canciones tontas, religiosas (mi universidad es muy Católica), o cursis. Me hubieran arruinado el almuerzo si un día hubiera recibido una. O tal vez el no recibir ni una sola en todos los años que estuve ahí era lo que más me arruinaba el almuerzo. Esa horrible expectativa cuando ves a los cantantes, a los globos, flores o tarjetas aproximarse y rogar “que no sea a mí” y al final descubrir que de verdad no era a mí, y quedarse con la sensación de alivio… y pesar que de verdad no era a mí. Ir a clases y sentarse a lado de esos muchachos populares que llevaban a todas sus clases sus cinco globos, diez tarjetas, regalos, sus rosas, sus cajas, y claro con su plácida sonrisa. La sonrisa que yo no tenía. Y valla que yo no era amargado, pero el día en que todo está de rojo y de corazones es el día que para algunos nos saca esa amargura.

Cuando estaba en la universidad solía saber con muchos días de anticipación cuando sería el 14 de febrero ya que los clubes ponían anuncios en toda la universidad publicitando lo que ofrecían, también estaba la cena de gala y la venta de las tickets para la cena, que siempre valían el doble para los que iban solo. Si comprabas las entradas en pareja se ahorraba uno su buen dinero. Triste. Soltero, sin tarjeta, ni regalos, ni flores, ni serenatas, ni cita, ni novio, y para el colmo pagar más solo porque no tienes a nadie. Es como un impuesto a la soltería. Como una bofetada en la cara. Claro, yo sabiendo esto nunca fui a una. Tampoco creo que hubiera resistido ir a esa cena con manteles de satín rojo, las personas de gala, y con sus parejas, regalos, y sonrisas. Ese día comía fuera de la universidad, me retiraba a mi cuarto en cuando empezaban a poner las mesas y sillas en el campo, justo antes de que sacaran el satín rojo. Ese día salía de mi cuarto como cualquier otro día, me ponía una gorra. Nunca ocupaba gorra, nunca he sido de esos cuyo atuendo tiene que ser complementado obligatoriamente con una gorra. Pero ese día si me la ponía, tal vez el miedo a que a la hora del almuerzo me pusiera a llorar y que todos me vieran era lo que me hacía ponérmela. Por lo menos podía tapar mis ojos con ella. Caminaba en los pasillos con mi gorra, y cada vez que veía a alguien abrazar a otra persona tras recibir un regalo agachaba la cabeza para que el capote de la gorra tapara la escena. ¡Mejor aun! Cuando veía a las personas que repartían los globos o tarjetas, bajaba la cabeza para no decepcionarme que tomaran otro camino lejos de mí.

Luego mis amigas comenzaron con la idea de que deberíamos comprarnos tarjetas para nosotros. Y así lo hicimos. Solo éramos tres, así que solo recibiríamos dos tarjetas cada uno. Y cargar con dos tarjetas, o globos, o algodones de azúcar por pasillos donde la gente literalmente cargaba cientos y uno solo dos, no era precisamente lo que queríamos. Así que rápidamente dejamos la tradición. Y es que no que sea anti-social, no es que sea una especie de Daria, o amargado, simplemente ese día se vuelve tanto para poder manejar que esos sentimientos florecen rápidamente.

Luego vino la etapa donde yo tenía pareja. Estudiaba en la misma universidad y vivíamos juntos. ¿Todo debería mejorar no? Pues no, no mejoro ni un poco. No hubo un 14 de febrero donde no hubiera una gran pelea, donde no hayamos estado separados, o donde todo no fuera arruinado por su actitud de no querer cooperar. Al final no lo culpo, es duro celebrar el día del amor con una pareja que de verdad no quieres estar. De hecho hoy hace cuatro años tuve un accidente donde dolorosamente me quebré la nariz (Y por accidente quiero decir pelea donde me quebraron la nariz). Días después tuve que pasar por una cirugía para reconstruir mi tabique o quedaría como Barbara Straisand. Recuerdo ver mi cara roja, mi nariz botando sangre por los dos orificios como grifos abiertos. Mi boca llena de sangre, sin poder distinguir mis dientes por coágulos de sangre que caían de mi nariz y entraban a mi boca ya que era por donde podía respirar. Por lo menos mi cara se quiso poner festiva, toda de rojo. Recuerdo la enfermera de la clínica de la universidad asustada tratando de levantarme la cabeza mientras yo lloraba de incredulidad. Recuerdo el camino en la ambulancia de San Marcos a un Hospital en Managua. Ver como descendíamos de las montañas en una noche completamente azul, habían muchas estrellas y seguramente era fría. Iba sentado en el asiento del pasajero ya que la hemorragia había cesado y tenía mi nariz rellenada de gasas. Iba llorando. No podía creer que eso me pasara a mí. Recuerdo la cara de mi mamá en la sala de emergencias cuando bajé de la ambulancia, ya sin toda la sangre en mi cara. Recuerdo la radiografía y ver claramente mi tabique en dos pedazos, el doctor decir que tenían que operar ya que era asmático y ya no era cuestión de estética, recuerdo la noche en mi cama en Managua. Recuerdo como algo dentro de mí cambió.

Luego vinieron otros años de siempre lo mismo. De pleitos, de planes botados, de simple indiferencia. Y reconozco que tampoco yo tenía tantas ganas de celebrarlo, pero quería entregarme a ese frenesí de consumismo que parecía hacía feliz a todo el mundo. Quería sentir como era tener esa sonrisa tan genuina al abrir un regalo, y ese abrazo espontáneo que no parecía ensayado, o programados como los que me salían a mí. Una vez me regaló un algodón de azúcar que vendían los clubes en la universidad. Venían con una tarjetita pegada donde podías escribir tu mensaje. El mío decía: “Hola”. Y mientras escribo esto me muero de la risa literalmente. “¿Qué más te podía decir?” fue su repuesta cuando después de tanto pensarlo le dije lo que pensaba. No recuerdo que hice exactamente con ese algodón de Azúcar, pero seguro no fue un final feliz.

De hecho, luego de recordar que hoy era ese día gracias a Google, traté de ponerme en espíritu festivo. Mandé un par de mensajes de texto de Feliz Día de San Valentín, cerré google porque su pictografía me estaba empezando a dar nauseas. Tan roja. Comencé el trabajo, incluso puse un estado en Facebook un poco gracioso sobre el día de San Valentín. Comenzaron los mensajes de texto en mi teléfono con corazones. No los leía, los borraba inmediatamente. Después de todo si quieren decirme algo que les nazca escribir algo y no darle forward nada más. Me levanté a tomar un café y en el televisor de la sala estaba la revista matutina del canal local, claro, lleno de corazones y mantas rojas por todo el plató. Aparté la mirada. “Un café de seguro me pone más de ánimos” -Pensé. Regresé a mi asiento, viendo las pantallas, pensé por varios minutos. Recordé lo rojo y lleno de corazones del día, los restaurantes llenos, los vende rosas en cada esquina, las tarjetas perfumadas con ese aroma que me provoca estornudar solo con pensarlo, y lo difícil que es conseguir mesa para uno hoy. No me iba a engañar, esto no era para mí. Cambié mi estado en Facebook por uno un poco mas agrio. Deseé no haber mandando ni un mensaje de felicitación. Ahora borraba todos los mensajes de texto que empezaran con “Feliz día de…..” aunque no hayan sido en cadena. Me daba dolor de estomago recordar lo poco que vi en el televisor, todos vestidos de rojo, con corazones y telas rojas. ¿De que estarían hablando? ¿De la reconstrucción de Egipto, la situación en Chechenia, del aniversario de la Masacre de San Valentín, Del avión que se estrelló entre San Pedro Sula y Tegucigalpa? Pues lo dudo, creo que hablaban de ofertas en los osos de peluche, de las tarjetas, o restaurantes donde llevar a la persona especial hoy.

Algunas veces nuestras historias personales nos hacen retraernos. Nos hacen tener esos reflejos involuntarios como el perro de Pavlov. Algunas veces hemos sido golpeados tantas veces, que cuando vemos la faja (o el día de San Valentín) simplemente nos retraemos aterrados en una esquina. Y cuando google se le ocurre gastarnos una broma cruel con tan horrenda pictografía justamente a las 7 de la mañana generamos una versión adversa a tan horrendo día. Puse mi iPod, con mi playlist especial de canciones anti-románticas, de soledad, de abandono. Y es que después de todo no es culpa del perro de Pavolv que salivara tanto cuando éste tocaba la campana, era simplemente involuntario. Mi desprecio a los mensajes de texto en cadenas, o correos electrónicos alusivos al día, y que todo esté rojo y lleno de corazones tampoco es mi culpa. Es simplemente como funciono.

viernes, 11 de febrero de 2011

Sobre cosas que se dicen cuando ya no quieres oirlas


Fue hace mucho tiempo, la verdad me he obligado a mi mismo pensar que fue hace mucho tiempo, pero si me pongo en la tarea de recordarlo aun puedo sentir una sensación lejana de dolor. Un gran dolor. Un dolor físico como lo he descrito más de una vez. Ahora que he empezado a hacer mi propia historia, mis propias anécdotas, que he retomado el control de lo que pensaba incontrolable, puedo ver esos días, o tal vez semanas, desde un palco alto y ver a ese ser sufriente, supurante y sangrante y me es difícil reconocerme en esa arena… derrotado, en mi propio charco de pus y sangre. Entiendo el porque llegué hasta ese punto, ¡es mas! Recuerdo el anhelo que perseguía en ese momento, lo que no recuerdo es que si tenía en mi sistema algún rastro de dignidad u orgullo, o si todo había sido barrido de una sola vez cuando decidí luchar y recibir una pedrada.

Una vez acabada la batalla, una vez destruido física, emocional, y mentalmente lo único para que vivía era para hacerme más miserable yo mismo. Recuerdo haber dicho en una ocasión que me sentía como un santo, con forma humana y sin nada por dentro. Las semanas siguientes al gran día no solamente me sentía vacío, sino sin forma humana. Los sentimientos de orgullo, autoestima, amor personal eran simplemente un lejano recuerdo de más de cinco años atrás. Ya no quedaba en mí ni siquiera el sabor de boca, la noción, ni el conocimiento que esas cosas existían, ni mucho menos que un día de verdad existieron en mí.

Los meses siguientes a la gran resignación lo único que pedía, soñaba, y repasaba una y otra vez en mi cabeza como un guión diseñado por mí era el día que el causante de tanta devastación moral regresara a pedir perdón. Que aceptara su error, que aceptara que no fue la menara de manejar las cosas. No pedía volver al mismo lugar, sabía que aun el charco de sangre y pus estaban en el mismo lugar, y si regresaba sería al mismo charco con mi cabeza sumergida en la putrefacción. Por lo menos ya había visto la gran foto y había visto el lugar en el que estaba. Yo pensaba que estaba en la cima de la carrera a la felicidad. Como dice la canción “you cant smell you own shit on your knees”. Parecía que el perdón sería lo único que me libraría de mi propios pensamientos, de mis fantasmas mentales, de mi encierro cerebral, de mi tarea diaria de repasar una y otra vez diálogos que sabía que nunca se realizarían.

Lo que nunca pensé era que seguiría después del perdón. “Un día lo he de ver rogándome” decía a quienes se atrevían a escuchar mi trágica historia. No estaba del nada seguro que eso un día pasaría. Y aun no estoy del nada seguro que eso pase. Pero yo ya sabía lo que yo respondería “No, has tomado tu decisión y no hay vuelta atrás” (o algo similar, o mejor dicho algo un poco más largo, cargado de malas palabras, y frases que dejaran de ver que yo estaba en la posición de poder ahora) ¿No tenía yo ese derecho ganado? Claro que lo tenía. Era lo mínimo que el universo me regresaría al querer balancear nuestras cuentas.

Los meses siguientes vinieron con una renovación, una re-invención del quien era yo. La construcción desde cimientos de mi personalidad, orgullo, y auto-estima. Una verdadera obra de ingeniería personal que los autores del libro que me ayudó estuvieran orgullosos de su obra. La noción de la espera de perdón final ya no iba a ser el catalizador de mi liberación sino era el olvido. Y simplemente olvidé las líneas de mis diálogos, simplemente dejé de repasarlos en mi cabeza, deje de esperarlo, dejé de pensar si vendrían o no. Pero como siempre me han dicho “cuando uno menos lo busca, lo encontrás”. Un día de tantos mí teléfono sonó y ahí estaba.

No vino con las frases repasadas en mi cabeza tampoco con ruegos. Sabía que su vida preparada después de mí no había salido como la había planeado. Nunca me preocupé en recaudar información sobre lo que hacía o dejaba de hacer. De hecho todos mis contactos tenían prohibido si quiera mencionar un rastro de él. Pero de alguna manera sabía que no le estaba hiendo bien. Escuchar de nuevo su voz me aturdió. Ni en mis sueños más locos pensé que no iba a saber que hacer cuando la solicitud de perdón llegara. Recordé mi desesperación, recordé mis ruegos, mis intentos fallidos, mi más intima locura, un estado de demencia profunda, recordé el cuarto caluroso y polvoso, recordé las mañanas interminables en el trabaja pensando que me hacía falta para intentar, para decir, para hacer para que lo que había luchado tanto funcionara una vez más. Cartas, canciones, propuestas, ideas, planes, opciones, todo lo que se me pudo haber ocurrido lo intenté sin éxito, y no solamente me topaba con un muro de concreto irrompible, sino con una cara cuadrada, dura, impenetrable, una tez llena de odio, de desprecio, de asco. Yo era un leproso, con llagas sangrantes, apestosas, alguien que no tenía el derecho de ser visto, ni mucho menos tocado por cualquiera.

Las frases “cargadas de malas palabras, y que dejaran ver que estaba en la posición de poder ahora” se hicieron de mantequilla. No salieron, no querrían salir, de hecho ahora hubiera deseado que ese momento nunca hubiera llegado. Hubiera sido mejor si no hubiera contestado esa llamada, todo hubiera tenido más sentido si él no hubiera pronunciado esa frase, si no hubiera puesto ese tono de voz, si simplemente ese pequeño episodio de mi vida hubiera quedado solamente como frases repasadas en mi cabeza en un estado de locura profunda, de sueños irreconciliables, de fantasías nocturnas de verme encerrado en un asilo mental. Creo que todo hubiera sido mejor, porque a esta etapa de mi vida, de noches suaves, de egocentrismo, de conquista de mis propios demonios, ya no necesitaba esa llamada.

De mi boca solo salió “gracias”. No sé de que porque no me estaba haciendo un favor sino al contrario. No me estaba liberando de nada porque esas cadenas ya las había forzado yo mismo, simplemente me las estaba recordando. Solo gracias. Aunque hubiera preferido no gastara sus minutos de saldo de celular que sabían que no eran para mi ni ahora ni antes. Era muy tarde para pedir perdón. Aunque hemos sido educados que hay que perdonar 70 veces 7, ¿Es válida una disculpa cuando no llega a tiempo? Pues en mi propia historia no es válida, entonces la absolución tampoco es válida. Ambos no tienen sentido de ser, de existir, de respirar, de ser lanzados al aire, de ser pronunciadas tales palabras que blasfeman contra el tiempo, el derecho, la lógica de ser. Tal vez quería decir “es muy tarde para disculpas”, pero no quería alargar lo que desde un principio nunca debió de haber ocurrido, cometería el mismo error de cargar el aire con palabras inexistentes, sin sentido, sin razón de ser o estar, simplemente contra lógica de propósito.

Nunca pensé que simplemente diera la espalda a sus palabras de disculpa. Tampoco que haya sido una epopeya para el perdón del amado, ni mucho menos una novela épica para ganar el perdón del ofendido, tal vez con costo contuvo unas cuatro palabras. No es que no haya querido dar el perdón, no es que quiera seguir cargando esa cruz, es que simplemente no hay nada que perdonar, no hay nada que discutir. Ya toda palabra en este mundo fue dicha entre nosotros dos. No queda siquiera una sola sílaba en ningún idioma que tuviera sentido de ser pronunciada entre los dos. Ni una palabra que no atentara contra mi inteligencia, mi palco construido con mis propias manos desde donde ahora me puedo ver quien era antes, sería un insulto a mi mismo. Con el dolor que esto pueda ocasionar, simplemente no hay nada que pueda ser dicho más, ni siquiera perdón.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Ingeniería Personal


Gran parte de las entradas del blog han sido sobre el proceso de como mis sentimientos han evolucionado después de la ruptura. Algunas veces cuando me viene una idea para una entrada en el blog que tenga que ver sobre algunos esporádicos sentimientos de rabia y dolor, los bloqueo en mi mente y simplemente no los escribo. “No quiero seguir escribiendo sobre eso” -pienso. Pero ahora pienso que poner esos sentimientos en negación tal vez está impidiendo que esos sobrantes no se vayan de una vez por todas. Tal vez es el miedo de cerrar definitivamente ese tomo de mi vida. Pero hoy amanecí con esa bella sensación dentro de mí que te dice “llegó el momento”.

Por alguna extraña razón durante estos meses después de mi separación he tenido más citas que nunca. Y aun más extraño para mí, es que la mayoría de esas citas han resultado exitosas. Y cuando digo exitosas me refiero a que la otra persona se siente aun más interesada por mí después de la cita. Desgraciadamente ninguna de esas citas han sido “exitosas” para la otra persona. (Si no le entendieron, simplemente yo no me he interesado por nadie). Mientras mis años de relación, puedo decir que casi nunca yo le interesé a otra persona. Posiblemente porque solo tenía ojos, mente, corazón y alma para alguien. En fin, solo vivía para ese alguien. Triste, lo sé. Y ahora parece que salen de todos los rincones. Un buen amigo mío me dijo que la razón de eso es que “Ahora tengo una nueva actitud hacía la vida”. Y pienso: “Bueno si, ahora me cuido a mi mismo, me siento por fin independiente, que yo controlo mis emociones, mi destino, me controlo a mi mismo”. Y eso concuerda con otras versiones. Un día iba a tomar el almuerzo en el edificio donde trabajo. En el ascensor me encontré con una vieja amiga de la universidad, y me pregunto como estaba. Yo le respondí que muy bien. Y ella respondió “¡Se te nota! Tenés una cara de alegría, te he visto por el edificio y siempre estás sonriendo, no paras de sonreír” No lo había notado hasta ese día.

Me gusta hablar de este tema. Me siento como una persona que padecía de obesidad y luego de mucho trabajo duro, dietas, ejercicio extenuante, y mucho pero mucho sacrificio, ha bajado 150 libras y se ve mejor que nunca. Con orgullo por lo que he alcanzado. Y no tiene nada de malo de sentirse orgulloso de los logros de uno mismo, en especial cuando ni uno mismo creía que era capaz de alcanzarlo.

Siempre he me considerado un experto en relaciones amorosas. Con los concejos a tiempo, centrado, objetivo. (Claro uno nunca se puede aconsejar a uno mismo). Pero las horas, días, semanas, o incluso meses después de una separación uno se siente en un limbo. Como en un espacio vacío totalmente. Todo fue barrido, todos tus planes a corto y largo plazo, toda tu vida social, amigos en común, rituales o costumbres adoptadas en la relación, incluso tu seguridad, orgullo y autoestima se ve totalmente o casi totalmente arrastrada (en mi caso el daño fue total). Y uno empieza literalmente desde cero. En mi caso ni siquiera podía contar con los escombros de mi vida pasada para comenzar a reconstruir mi vida. Simplemente no tenía ni eso. Todo tenía que ser fabricado nuevamente, inventado, mezclado, organizado, diseñado desde el cero absoluto. Y aunque tampoco puedo decir que ya he terminado mi obra maestra, ni siquiera que voy por la mitad, con lo poco que he logrado me siento ¡Mejor que nunca!

Cuando salía a citas, y estas citas eran lo suficientemente buenas para ameritar una segunda cita, y que conociera alguno de mis amigos, ellos me daban su visto bueno en algunas ocasiones me decían que estaba bien para mí, que se veía de verdad interesado, que debería poner todo mi interés para que algo funcione. Pero nunca existía esa chispa (al menos yo no la sentía). Pensaba que tal vez no estaba listo, que si esta persona era de verdad alguien bueno para mí, yo no lo estaba viendo. Tal vez no era mi momento para otra relación en estos momentos.

Pero no, nada de eso fue cierto. Simplemente estas personas no son lo que busco, deseo y necesito en una relación. Aunque antes no lo podía explicar con esas palabras, pero ahora lo sé. Siempre te dicen que cuando uno menos se lo espera el indicado aparece. Que simplemente aparecerá cuando dejes de buscar. No creo que sea una ley para todos, pero por causalidad ha sido cierto para mi. ¡Estoy saliendo otra vez! Y aunque tal vez sea muy pronto para decirlo, pero esta es una persona que de verdad quiero estar saliendo. Es un poco bizarro, el amigo de infancia de mi ex novio fue quien me lo presentó. El problema está que aun no he llegado a reconstruir la parte de mi vida que maneja las reglas del dating. De hecho literalmente no se que hacer. Estoy confundido entre lo que quiero hacer y lo que debo hacer, para ser más honesto creo que estoy hasta confundido de lo que quiero hacer. Simplemente no sé. Tengo miedo de comprometer mi increíble avance en mi ingeniería personal. No sé donde una relación pudiera encajar en mi planificación y construcción de mi obra maestra… mi vida. Y no sé porque le estoy llamando “relación”. ¡Ayuda!. Lo único que sé es que sí quiero salir con esa persona.

Ahora sé lo que pueden estar pensando “este esta diciendo, que aun no ha terminado la reconstrucción de su vida, que ni por la mitad va, y que ahora tiene a alguien que le importa, es obvio que no está preparado para una nueva relación” y puede que tengan razón, pero no pienso dejar ir esta oportunidad. Una persona así no se encuentra todos los días. Aparte, no quiero traicionar una de las mejores relaciones que he tenido en toda mi vida y que he estado teniendo desde hace unos meses atrás… una relación conmigo mismo. No pienso dejar de ser mi prioridad, no pienso poner una relación primero que yo, no pienso dejarme a un lado para que alguien más ocupe mi lugar. Eso nunca más. Como un slogan popular en Nicaragua durante las huelgas generales “NI UN PASO ATRÁS” ¡Y eso es bueno! Eso me convierte en una persona sana ahora.

Cuando se trata de ingeniería personal, uno nunca deja de trabajar para lograr sus metas, pero sabes que has dado el paso más grande, sabes que tu momento ha llegado, cuando te levantas en la mañana y dices “Que bueno que pasé por esos momentos difíciles, que bueno que esa relación haya terminado, que bueno que me quedara en el limbo en el que estaba, porque eso fue lo que hizo que yo tuviera que re-inventar mi vida”