lunes, 16 de abril de 2012

Open Letter

La verdad que cuesta describir a una persona y mucho más cuando has estado tan cerca de esa persona al punto máximo de pertenecerle. Me gusta pensar en los hijos como una extensión de los padres, así como el la herencia definitiva a un amplio linaje de humanos, casi rozando el concepto de inmortalidad. Siempre me ha resultado curioso el grado de conexión que lo hijos tienen con los padres, tal como si se tratase de uno mismo caminando en otro cuerpo, tal como si uno se pudiese ver atrás de nuestros mismo ojos.

Siempre me ha gustado la parábola del hijo pródigo. Me parece tener más trasfondo de lo que la gente piensa (y eso tomando en cuenta que la gente le da mucho trasfondo). Me parece una lectura que al igual que El Principito recomiendo su lectura al menos una vez al año. Siempre uno puede encontrar matices nuevos, giros inesperados a la historia que todos conocemos e incluso lecciones nuevas de vida. Uno de esos matices que siempre me gusta llamar a atención es el hecho que el que el héroe de la historia no es el padre que espera pacientemente el retorno del hijo. En vez de llamarse “el padre paciente” o “el padre misericordioso” que de hecho pusiera más énfasis en la figura protectora de Dios… pero en vez de todo eso, la figura héroe es la del hijo que regresa. El padre simplemente es alguien que lo espera sin tener mérito de eso.

Yo nunca tuve la necesidad de perderme para saber que el mejor lugar donde podía estar era al lado de mi padre. Traté de honrarlo en cada momento que tuve la oportunidad, y aunque nunca tuvo el orgullo de escuchar mi nombre cuando llamaban a los mejores alumnos, o a los alumnos ejemplos él sabía que yo hacía lo correcto y no dudo que haya estado orgulloso de mí… tal vez algunos momentos menos que otros. Creo que hizo un trabajo excelente en educarme. Creo que dio lo mejor de sí mismo para que yo tuviera un ejemplo de trabajo duro, de ética y valores.

A veces las personas faltan antes de tiempo. A veces nos sorprenden con su partida. Pero aunque nunca llegué a ser el mejor alumno su mirada y sonrisa era la misma como si mis notas fueran de todas de cien. Y algunas veces la mejor manera de hacer sentir a un padre orgulloso es solamente captar el ejemplo que él te da y ponerlo en práctica.