lunes, 4 de enero de 2016

La Flor

No sé porque nos sentamos en esta piedra. Ahora cada vez que la vea será siempre el lugar donde me senté con él. Una piedra especial, como habían tantas otras piedras especiales dispersas en otras playas, también habrían bancas de parques especiales, calles especiales, canciones especiales, y monumentos especiales. Pero esta piedra es diferente. Esta piedra está en mi paraíso de escape, en mi único lugar perfecto. La veré cuando vea el sol al ponerse, la veré en otros momentos y otros escapes. La veré justo aquí tal como está ahora y como estará siempre, y veré irse junto al sol ese perfil de dios azteca. Quetzalcoatl. Y en este paraíso perdido en el medio de la nada, de raras naturalezas y eventos extraordinarios se verá marcado para siempre por estas miradas, estas ganas de hablar de los dos, ganas de explotar en una vorágine de sentimientos inconclusos, planes ridículos e incluso no pensados hasta ahora.

Lo veo justo ahí frente. El mar, las aves, el suave sonido que hace el sol al ser absorbido por tu cuerpo. Justo ahí y ni una palabra brotaba. No sé por que no dice lo que piensa. Yo sé lo que piensa. ¿lo piensa? ¿lo pienso yo? Ahora las arenas tendrán sus huellas, mí lugar será nuestro lugar. ¿Como dejo que un Quetzalcoatl haga esto otra vez, en este lugar virgen y de eventos astronómicos extraordinarios? La conversación que no fluye, el momento definitivo que no llega. Tal Vez en otras piedras, en otros bancos de parques, y en otras calles había sido yo quien abriera las compuertas a esa conversión definitiva, pero por alguna razón en esta ocasión no querría ser yo, por eso convoco a las fuerzas del océano, a las fuerzas del universo y el cosmos, que hace con perfección este lugar de eventos extraordinarios, convoco al poder de todas las cosas marinas y al de las olas que convierten piedras en arena para que se abran las compresas de la conversación y podamos expresar nuestros locos deseos y sueños que tal vez en un mundo paralelo pudiera haber existido. Que fluyera de esos labios angostos las palabras que sin duda pensaban. Yo estaba cansado de empezar esas largas discusiones que siempre terminan en el mismo punto donde empieza la realidad. Ya no quería, quería escuchar las olas y el mar y dejar que en algún momento que el destino y las fuerzas marinas pudieran hacer algo.

Siempre he pensado que hay una diferencia muy grande cuando dos personas se unen por el destino y cuando otras se unen porque sus lineas se intersectaron el algún punto del universo. Pareciera ser destino pero es solo un cruce. Estoy seguro que somos lineas en intersección y que el mundo seguirá girando y a nuestra intersección le queda el mismo tiempo que a la puesta de sol. Sé leer tus pensamientos, sabes que no tiene sentido. No tiene sentido ni aunque todas las fuerzas marinas lleguen a su pensamiento de dios Quetzalcoatl. La conversación estaba muerta y ya tenía un fin y así no íbamos a ser capaces de escuchar las olas y los pájaros. Tendríamos que gastar energías que están siendo absorvidas del sol en una conversación sin sentido.


Los pelicanos se dejaban ir en picada al mar. Siempre la naturaleza me había parecido tan perfecta. Muchos dicen que es instinto, pero decirle instinto es rebajar la inteligencia que implica que un pelicano se pueda comer un pez, que una tortuga desove en la playa o que un volcán haga erupción. Hay demasiada ingenieria e inteligencia en eso que en nuestras vidas cotidianas. Me imagino que la naturaleza se reirá en ver en que cosas nos preocupamos. Era mejor dejar la piedra como punto de epifanía que como punto de una conversación. ¿Pero que tal si es destino? ¿se podrá perder el destino como se pierde un tren? Por que si así fuera posiblemente estemos perdiendo el nuestro. Parece que ni invocando al las fuerzas cómicas que rigen esta playa de inteligencia e ingeniería perfecta va a hacer que Quetzalcoatl hable. La piedra quedará como mudo testigo de nuestra mudez. Verá ponerse el sol miles de días como igual miles de días estoy seguro que los dos quisieramos estar ahí. Pero de la misma manera este Quetzalcoatl se irá al ponerse el sol y quedará el misterio que deja detrás en esa piedra que tendré que ver yo una y otra vez en mi propio paraíso y ver ponerse el sol en ese mismo lugar donde ni todas las fuerzas del océano ni del cosmos pudo hacer brotar una palabra de una conversación que no tenía sentido de ser. ¿o si?