domingo, 28 de abril de 2013

Las Letras Pequeñas del "Feliz por Siempre"


Una vez leí que las historias eternas de amor son las más cortas. Como nunca me había tocado una historia épica de amor, pues básicamente nunca lo pude entender. Pero es que tiene sentido. Romeo y Julieta nunca habían pasado una noche juntos, Rose y Jack no habían pasado ni una semana juntos cuanto encontraron su muerte. Ellos simplemente nunca sintieron el aliento matutino, los rituales de limpieza, el cigarro en la cama, ni una sola pelea.

¿Cuánto tiempo hubiera aguantado Rose antes de ver que no podía comer los dibujos de Jack? ¿Cuánto tiempo hubiera aguantado Julieta antes de cansarse los comentarios negativos de Romeo hacia su suegra? ¿Cuánto tiempo he aguantado yo antes de cansarme de ver todas mis pertenencias aun en una maleta? Rápidamente la perfección de aquellos días helados de otoño comienzan a desvanecerse. El cuidado perfecto, el peinado perfecto, el perfume perfectamente elegido, la ropa perfectamente combinada, las promesas de luna, de las estrellas, de lo imposible, del amor que lo puede y lo alcanza todo. Solo el amor bastaba, para construir una vida perfecta, feliz. ¿Cuánto tiempo pensaba que duraría?

Hay mucho menos parejas felices ahora que antes, y siempre he pensado que le tecnología impone una presión tremenda sobre las parejas. El teléfono, los juegos, las redes sociales, la computadora, ahora son motivos de rupturas. Resulta cómico como pequeñas cosas hacen que el humano moderno pierda la cordura, el norte de lo correcto. Una de esas es cuando la computadora no funciona como debe de funcionar. Ese estrés generado de esta simpleza es brutal. Uno quiere tirarla al piso, romper todo lo que está al alcance de uno. El problema está cuando tienes un pequeño apartamento europeo donde apenas alcanzas tu mismo y donde estás compartiendo con tu nueva pareja el cual el universo te ha regalado en un arrebato cósmico de bondad. Resulta que al final también lo quieres destruir a él.

Después de horas de batallar con nuestra nueva conexión de internet y mi computadora haber decido adoptar el carácter de una mula, me dijo que lo intentara hacer él mismo. Tomó una bolsa de frituras y sin sentarse al escritorio comenzó a tocar de aquí para allá. Las frituras sonaban como una tortura al desquebrajarse, sus dedos llenos de residuos tocaban mi teclado. Lo admito. No soy amante de la limpieza, nunca he limpiado mi computadora, y tiene una película de polvo fácilmente visible. Pero ver su cuerpo sin sentar, bailando al son de una canción indescifrable que tarareaba con su boca mientras devoraba aquellas frituras a puñados, tocando al alzar las opciones que yo mismo conscientemente había intentado antes me dio no solamente ganas de salir corriendo por la puerta, sino aquella nostalgia inmensa de escribirle a mi amigo proponiéndole un café en la Casa del Café, una película en Galerías, o una cerveza de Hippos. Aquellas tardes calurosas y húmedas de Managua, solamente aliviadas por el aire acondicionado de mi carro y la cerveza bien helada del bar. Entre pláticas sin sentido, sin propósito, solo el de reírse y pasar el tiempo. Por primera vez sentí a Managua inalcanzable, como un paraíso tropical hundido en el tiempo. El romanticismo de vivir en un edificio posiblemente anterior a la segunda guerra mundial, con una terraza en el techo con una vista de más edificios anteriores a la segunda guerra mundial, y un millardo de campanarios, donde cuando entro parece que entro a una catacumba de cristianos, ya no parecía tan romántico como cuando me lo imaginaba en las noches frías de otoño.

Y es que cuando vez la sonrisa de tu romeo cuando aun es romeo no te la imaginas siendo sarcástica. Cuando le escuchas que te gritaba en una discoteca para que pueda ser oído no te lo imaginas gritando en una habitación en silencio. Cuando lo ves peleando con su ex pareja por teléfono, no te  imaginas que esas palabras también puedan llevar tu nombre. Pero algunas veces eso no es lo más triste, algunas veces lo más triste es que esa persona también piensa lo mismo de uno. Por primera vez ves esos ojos de extraño, por primera vez te quedan viendo como que no te reconocen, como si de verdad te hubieran logrado conocer en un par de semanas. Como si de verdad hubieras creído en esa mentira que tus labios pronunciaban donde decías que sientes que lo conoces desde siempre. Como si nunca te hubieran creído capaz de desesperarte, como si nunca hubieras sido capaz de empezar un argumento con él, como si nunca hubieras sido capaz de ser humano, como si no corrían sangre en tus venas… peor aun… como si no corría sangre hispana en tus venas, más espesa, más caliente.

La vida es plácida en las historias de amor. Los minutos se te escapan de las manos. Los ambientes son mágicos, las cosas adquieren un color perfecto, las aves vuelan con gracia, y todo cae en un lugar perfectamente cósmico. Luego el sentimiento de estar con esa persona eternamente te invade. Ves a los árboles invitándote a una historia de amor, ves las casualidades como señales divinas, ves a la ciudad como una celestina enorme que te esconde en sus esquinas, entre sus cafés, entre sus recovecos históricos te acoge como suya. Peleas, le hundes las uñas al destino. Pareces gato defendiendo lo tuyo. Lo que crees que es tuyo. Lo que el destino y el universo en un arrebato perfecto de bondad te ha dado. Algunas veces conseguir lo que siempre has soñado se vuelve tu cruz.