lunes, 30 de mayo de 2011

Humanos y Animales, No tan separados.

Recuerdo hace muchos años atrás, era un pre-adolescente delgado y por mucho que comiera simplemente no aumentaba de peso y mi estatura no variaba. Mientras todos mis compañeros en el colegio lo hacían, yo no lo hacía… o tal vez lo hacía tan poco que no notaba la diferencia. Recuerdo entrar a Internet y buscar dietas para aumentar de peso, pero mi apetito tampoco crecía. También recuerdo que al entrar a mis veinte comencé a comer más y una protuberancia debajo de mi ombligo comenzaba a crecer tímidamente. Confieso que nunca le presté importancia, y como si no estuviera ahí seguí comiendo, bebiendo cervezas, y el alcohol que quería. Recuerdo nunca fijarme en las etiquetas de las cosas para ver cuantas calorías iba a ingerir. Como extraño aquellos días de despreocupación.

Recuerdo que estando en la universidad celebré mi cumpleaños con mis amigos, y como es de esperarse tomamos fotos. Habré tenido 20 ó 21. Luego me mandaron las fotos a mi correo, al abrirla me quedé asombrado. Estaba gordo. Como posiblemente nunca he estado en mi vida. Calculo que habré pesado 125 libras, y siendo un adolescente que nunca aumentaba de 105, eso me parecía imposible. Pero aun así, recuerdo no preocuparme. Disminuí de peso, pero nunca pude bajar de 120.

Creo que cuando uno cumple 25 es el momento en que uno se vuelve consciente de su vida, de que las decisiones que uno toma lo afectarán por el resto de la vida. Confieso que conozco mucha gente que se da cuenta de esto desde cuando tienen 18, pero yo me di cuenta un poco tarde. Y al verme al espejo, esa pequeña protuberancia debajo de mi ombligo estaba mas grande que nunca. Y la excusa de “es porque mis pantalones tallan bajo” ya no me llenaba. Era hora definitiva de hacer algo al respecto. Un anuncio de coca cola me inspiró. El modelo sostenía una tabla de surf, sin camisa, y su cuerpo, aunque sin musculatura resaltable, se veía muy bien. Esa línea recta que viene desde el pecho hasta abajo del ombligo, sin una curva como la mía.

Me inscribí en el gimnasio, tal vez no para desarrollar mi masa muscular que creo que por mis genes no se puede desarrollar mucho, sino para quitar esa estorbosa grasa que empezaba a ver en el espejo ahora. Confieso que era mi primera vez que iba a un gimnasio, y confieso lo difícil que es empezar para un novato en un gimnasio cuando ve que la gente maneja las máquinas como un ballet perfectamente sincronizado. Hasta me daba miedo sentarme en algunas máquinas porque se me asemejaban a las máquinas de tortura que Jiw Saw ocupa para torturar a su gente. Poco a poco fui aprendiendo la coreografía del ballet.

La evolución ha dado a los animales alguna forma de atraer a su pareja, el pavo real ocupa sus plumas, algunos ocupa su color, su canto, su baile… creo que a los humanos al no tener pluma, colores brillantes, pelaje, o algo parecido se ocupa el cuerpo esculpido perfectamente. Cada musculo perfectamente tratado, ejercitado, y que se note entre ellos. Y es que mientras estoy en el gimnasio, veo a mi alrededor y me parece que el gimnasio saca de los humanos los instintos animales más básicos. Y es que se escucha decir “lo que nos separa de los animales es…” para mí, si uno ve a la gente en un gimnasio, lo que nos separa de los animales es básicamente nada. Los hombres muestran sus músculos cual mandriles muestran lo rojo de su posadera para que la hembra le llame la atención. Y es que aunque no sea para presumirle a una hembra del gimnasio, la meta final de estar en forma es cortejar y seducir a una hembra fuera.

Los machos compiten entre ellos a ver quien levanta más peso. ¿Se puede pensar en algo tan primitivo y animal que eso? Desacreditan a otros machos que no puedan con las tareas pesadas de levantar 100 libras con una sola mano. Hablando de evolución, ¿Que beneficio puede acarrear que pueda levantar 100 libras con una mancuerna? No necesito acarrear un bisonte muerto con mis propias manos a la cueva, si la respuesta es no, entonces ¿Por qué quiero levantar ese peso con una mano?

De verdad que está bien ejercitarse, el autoestima crece, la confianza, y sin duda uno se vuelve más saludable. Pero para alcanzar el estado saludable está bien con hacer ejercicio de cardio por una hora y llevar una dieta balanceada, no levantar una mancuerna con más de 100 libras que más bien lastiman y rasgan el músculo, luego este se regenera y por eso lo vemos crecer, pero de verdad son reparaciones que nuestro organismo hizo sobre un músculo rasgado.

Levantarse la camisa, mostrar su abdomen, las camisas ajustadas para dejar ver la musculatura, mostrar sus bíceps, y todo esto frente al espejo lo hace tan animal. Es como ver el Animal Planet y ver a los mandriles en celo. Y es que si uno se pone a pensar en el estado de evolución que nos encontramos, donde la fuerza bruta se ocupa cada vez menos de verdad no se encontraría sentido para los gimnasios, al no ser claro que sea para prepararse para el cortejo. La esperanza de una reproducción exitosa (y por reproducción exitosa me refiero al acto de reproducción sin reproducción) viéndolo desde de un punto objetivo, es poco efectivo y eficiente las horas ocupadas en el gimnasio para entrenar partes de tu cuerpo que no te garantizaran tu supervivencia simple y sencillamente porque para comer ahora solo basta con ir al supermercado y no matar a un mamut.

De hecho, mientras el tiempo que he estado en el gimnasio el 90% del tiempo se escucha en los vestidores de hablar de uso de sustancias que te dan más resistencia, que potencian el crecimiento de músculo (el verdadero término es regeneración muscular), inyecciones, sueros, pastillas, cualquier sustancia que de hecho compromete la fertilidad del hombre. Y es que si de verdad nuestro deseo de tener músculos viene para poder perpetuar nuestros genes, es más que absurdo que el método que ocupemos limita esa posibilidad. Como si el pavo real, para crear el color de sus plumas, ocupara todos sus recursos biológicos posibles que hasta lo dejara sin esperma. De seguro el pavo real estaría haciendo algo mal.

Y es que posiblemente no seamos muy avanzados después de todo. Tal vez no nos separamos de los animales. Tal vez somos justamente como ellos. Nuestros instintos primitivos no están muy escondidos, y más cuando se trata de parejas, orgasmos, y éxito sexual. Y es que cuando hablamos de relaciones humanas, no puedo dejar de preguntarme ¿De verdad nos separamos de los animales?

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