viernes, 5 de octubre de 2012

Érase una vez un Trauma

En el 2008 obtuve mi primer trabajo. Trabajaba en el mismo edificio que mi mamá e íbamos todos los días a almorzar a nuestra casa. Un día mi mamá dijo que se quedaría pues celebraría un cumpleaños a la hora del almuerzo. Yo estaba en ese entonces en una encrucijada amorosa. Estaba separado de mi pareja de años y estaba saliendo con la versión fresca de él. Al regresar a mi
rabajo luego del almuerzo me detuve en un semáforo pues estaba en rojo. Sería el quinto carro en la fila para pasar el semáforo. Yo siempre manejaba con mis audífonos a todo volumen. Recuerdo venía escuchando “Iris” de los Goo Goo Dolls… Era mí canción en aquel tiempo. Estaba “enamorado” de la persona con quien salía. Y de repente todo se detuvo en un segundo y un fuerte golpe movió mi carro chocando el que estaba frente mío.

Uno ve en las películas como los vidrios se suspenden el aire, y no es solo por adornar el relato pero hay un microsegundo en que eso pasa. Mis audífonos salieron volando, todos los vidrios se quebraron y cuando pude levantar mi mirada luego del shock solo veía gente alrededor de mi carro gritando. “Esta vivo” decían, lo cual me asustó más. Sabía lo que había pasado. Me habían chocado. Al comentario de la gente comencé a analizar mi cuerpo sin tocarlo. Sentir donde me ardía, donde dolía, donde sentía húmedo. Nada. Todo parecía estar bien, pero había visto demasiadas películas para confiarme. Me comencé a tocar la cabeza, el abdomen… nada. Todo estaba bien. Volví a ver atrás. Había sido un bus. Se extendía mi mano hacia atrás podía tocar el bus. Al chocarme hizo un efecto en cadena arrastrando los 4 carros delante de mí. Veía que de esos carros la gente era bajada con ayuda. La ambulancia llego. Fue cuando volví en mí mismo y salí del carro. Todos los canales de televisión estaban ahí, apuntándome. Mi carro era irreconocible. Había quedado como lata.

Desde ese día, cuando me paro en un semáforo porque está en rojo, veo el espejo retrovisor y no estoy del todo tranquilo si algún carro no se pone detrás de mí. O Cuando veo un carro aproximarse lo único que logro imaginar es que no tiene frenos y me chocará. Si voy con audífonos me los quito, mis sentidos se vuelven muy felinos. Tengo un trauma. Y es que parece más que obvio que una vez pasamos por una situación traumarte dejamos de ser nosotros mismos y nos convertimos en personas paranoicas, inestables, nerviosas y muy observadoras.
Desgraciadamente no solo los coques son la única razón para los traumas… porque después de todo ¿A quién molesta un poco de cautela en los semáforos? También las relaciones nos causan traumas… y eso en mi opinión son los traumas más dolorosos y los que de verdad hacen meya en nuestra dinámica social de la misma manera que ese choque traumó mi dinámica vial.

Somos engañados la primera vez. Nos duele. Nos revolcamos del dolor en nuestra cama. Lloramos. Nos preguntamos una y otra vez las razones de todo aquel despropósito. Y luego crecemos. Nos sale una cicatriz, tenemos nuestro trauma y vamos por el mundo medio mutilados, tratando de volver a caminar. Luego nuestra dinámica comienza a cambiar, a veces de poco, a veces de mucho. Conocemos a alguien y nos volvemos mas perceptivos, tratamos de asentar en nuestra cabeza que esta nueva persona es fiel. Dudamos. Nos retraemos. No progresamos. Nos preguntamos una y otra vez si es lo correcto. Y solemos perder a esa persona.

Uno de los consejos más frecuentes que escucho de las personas es “vive el momento, no te preocupes lo que pueda pasar. Deja de pensarlo todo”. Ante mi Dios de testigo que lo intenté… hasta muy pronto descubrir que no soy del tipo de personas que caminan por el mundo sin pensar en las consecuencias de las acciones que tomo hoy. Si conozco a alguien tengo que medir hasta donde conoceré a esa persona, hasta donde estoy dispuesto a tolerar diferencias y hasta donde estoy dispuesto a comprometerme. Si hace un comentario “yo pienso que la fidelidad es relativa” no puedo dejar de pensar que esa persona no servirá para mis propósitos y por el cual en esa misma cita está descartado. “Pero relájate. No pensés” me dicen. ¿Cómo no pensar? No soy del tipo de personas que anda por el mundo sin pensar. Tengo demasiados traumas para andar pretendiendo que no los tengo.

Una vez visité un muy buen terapeuta. De verdad me interesaba saber el porqué de mis dinámicas de citas y sociales un poco… rayando la locura. Fui porque había alguien con quien salía que no estaba encaminado a una relación conmigo como yo quería que así fuera, y otra persona que quería la relación conmigo pero yo no la quería. Luego de varias citas (que conveniente para él) y después de explicarle mi vida familiar llegó a la mas asombrosa conclusión (que yo nunca la hubiera pensado). Resulta ser que mientras la otra persona se muestre interesada y satisfaga lo que yo quiero oír entonces yo me aburro y me voy. Lo único que quiero es “cazar” a la persona y una vez gano me voy de la escena para siempre. Y la persona que no estaba encaminada a una relación conmigo aun no había sido “cazada” y eso es lo que me mantiene con mucho interés. Claro que también le echó la culpa a mis padres. Parece ser que fui un niño con muchas ganas de aprobación, pero esa aprobación no llegaba de mis padres. Tal vez no jugaba del todo bien baseball. Y ahora voy por el mundo buscando la aprobación de mi familia en mis parejas amorosas. Una vez la tengo, mi misión está cumplida y sigo buscando a alguien más que me apruebe.

Triste. Literalmente casi me echó a llorar en ese mismo instante. Había basado mi existencia y estabilidad mental en la premisa que yo no era el del problema sino las demás personas. Eran ellos los que estaban defectuosos, eran ellos quienes no me daban lo que necesitaba y al final de todo la mentira que todos los solteros nos decimos en secreto “ellos se lo pierden”. ¡Ahora resulta ser que no eran ellos sino yo! Lo que aun es peor… porque antes podía decir que como ellos eran los culpables yo no necesitaba hacer nada más que esperar al correcto. ¿Qué tal si “el correcto” ya pasó y lo ahuyenté? ¿Qué tal si conozco “al correcto” antes que pueda superar este problema? Ahora no es el mundo que tiene que cambiar si no yo.

Venimos a este mundo completamente nuevo de paquetes. Sin una sola cicatriz en nuestra piel, sin uno solo trauma en nuestra psiquis, pero a medida que pasa el tiempo nos caemos de la bicicleta y tenemos una cicatriz y nuestro primer trauma. Somos personas heridas que caminamos por ahí como zombis con nuestras heridas, algunas cicatrizadas, otras aun supurando. Vamos ahí como humanos defectuosos, en deterioro, traumándonos más todos los días, llenándonos de cicatrices. Luego pensar que ahí en el mundo hay otra persona con otras cicatrices y traumas cuya intensidad se acoplan perfectamente con los tuyos. No sé si eso es triste o romántico y el no saber distinguir entre esos dos es triste. Muy triste.

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