jueves, 6 de diciembre de 2012

Calle de la Vicky


Recuerdo que hace muchos años, cuando aún estaba en la secundaria, mi mejor amigo y yo descubríamos el mundo en la ciudad de Managua. Éramos solo unos adolescentes que buscaban bares para poder tomar una cerveza y luego manejas con cuidado de regreso a casa. Generalmente nos quedábamos a dormir en la misma casa. Luego vino en el día que le llega a todo adolescente que es salir con su mejor amigo de la infancia en la primera cita doble en sus vidas. Para mi mejor amigo en esos tiempos, esa primera cita doble, simbolizó la noche en que los dos nos convertíamos en hombres. Ya no éramos (o ya no deberíamos ser) los niños que aun van a la secundaria. Desde entonces, mi mejor amigo inventó un tipo de fiesta nacional (solo para nosotros) llamada “Sábado primero de febrero”. Todos los años nos reuníamos el primer de febrero y hacíamos el mismo recorrido que hicimos esa noche. Los mismos bares, las mismas bebidas, hasta un glowstick (eran lo último de la moda en ese tiempo). Cuando los bares ya no existía comprábamos las cervezas de la misma marca y luego nos la tomábamos fuera del establecimiento donde una vez existió el bar. Recordábamos conversaciones, chistes, gestos, y anécdotas de esa noche.

Tratamos de mantener la tradición por siempre. ¿Pero que íbamos a saber nosotros adolescentes soñadores lo que nos depararía la vida adulta? Obviamente la tradición murió. Al principio marcaba en mi agenda el primero de febrero para por lo menos recordar por mi mismo ese día. Luego hasta anotarlo en mi agenda se me olvidaba. Hasta hace unos días podía ver el calendario que es primero de febrero y mi cerebro no hacía relación con nada. Pero eso cambió un día en que iba caminando por las calles calurosas (aunque la gente insiste que esta haciendo frio) de Managua. Tomé una calle en el centro de Managua. De repente miles de emociones y recuerdos llegaron a mí como un diluvio. No las podía parar. Fluían a mí activadas solamente por mi vista. Caminaba por la calle donde había vivido con mi antigua relación. Donde viví los peores bajones de una relación que de por sí solo vivía en números rojos. No voy a decir que todos los recuerdos eran malos, pero la inmensa mayoría si lo eran. Solo con ver la casa de la vecina una furia se desataba en mi psiquis. Y luego ver la casa donde vivíamos. No me detuve. Tenía miedo de las sensaciones que solo con ver ese lugar me podía provocar.

Creo que nunca voy a pasar un día en que no me pregunte que era lo que me pasaba en esos momentos. ¿Qué quería demostrar? ¿A quien quería ganar? ¿Por qué todos los días dejaba que los dos nos hundiéramos más humanamente? ¿Cómo nunca salí caminando con la frente en alto cuando aun tenía frente? Las mismas calles que me vieron en estados de desesperación absoluta, de rabia, de decepción, de miedo, ahora me veían pasar sin el más mínimo rastro de aquellos días.

Yo nunca entendí mucho sobre la celebración del “Sábado primero de febrero”. Siempre supuse que mi amigo era el más interesado en hacer ese recorrido cual viacrucis. Y yo tomando cervezas mientras los diálogos de esa noche se difuminaban en mi mente. Y ahora esos mismos diálogos perdidos completamente en el tiempo. Pero ahora entiendo a mi amigo la emoción que sentía por estar en esos mismos lugares. Nunca pensé que por pasar por esa calle todo mi drama volvería a mí sin poderlo detener. Me pregunto si los árboles habrán estado orgullosos de verme de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario