sábado, 8 de marzo de 2014

Open Letter

No me sorprende la manera en que nos conocimos. De hecho parece que todos esos romances que impactan mi vida resulta ser causa del destino. Después de que tomara las decisiones más improbables es cuando los conozco. Dicen que las cosas buenas vienen en envases pequeños. Que los grandes amores son los amores imposibles. No sé exactamente cuándo te comencé a ver con otros ojos, no sé si fue en nuestro primer beso, o cuando por primera vez no te tuve al lado mío.

Nuestro amor fluyó libremente como un rio. Sin reglas, sin pretensiones, con la naturalidad de la espontaneidad. Yo fui libre en ser yo mismo, en decir lo que pensaba, en hacer valer mi opinión, en ganar batallas, en conceder derechos, en poner límites, en verte subyugado y en subyugarme yo mismo, pero esta vez voluntariamente. El tiempo no transcurría, vivíamos en un universo paralelo donde las responsabilidades y el mundo real no existían. Los dos nos conocimos en medio de nuestro escape de nuestras vidas reales y aunque a mí me tocó volver a mi realidad no dudo ni por un segundo de que un día te tocará volver a la tuya y ese día recordarás que alguien estaba dispuesto a trascender el efímero escape. Tampoco pienso si quiera por un segundo en autoproclamarme como el único que recordarás cuando regreses a tu mina de sal. Cual marinero has de recolectar corazones de ilusos descuidados que deambulan por quien sabe deshabitada playa del pacifico.

Disfruté cada momento que pasamos juntos. No recuerdo gran parte de ellos porque siempre estaba ebrio o bajo algún otro efecto. Pero lo que sí que recuerdo era ese extraño sentimiento que tenía mucho de no sentir, algo extraño, una sensación extraña, mi cerebro estaba relajado, no me mordía las uñas, dormía sin problemas. Como vos lo describiste “felicidad”.

Qué vida tan maravillosa sería si pudiéramos pasar todas nuestras tardes en la misma roca. Admirando el mismo paisaje, los pelicanos pescar, los turistas pasando, las olas rompiendo en la orilla, el tiempo pasando sin que vos ni yo lo sintiéramos pasar. No era necesario hablar, solo con que supieras (sin que yo te lo dijera) que no me gusta abrir latas de cervezas y vos lo hicieras por mí era suficiente. Pero ¡cuando hablábamos! No solo contábamos nuestros caminos, sino nuestras experiencias, como las sentimos, nos dejamos ver el centro de nosotros, nos asomamos y nos enamoramos.

Recuerdo que en el cuarto que no salíamos había una televisión que no encendimos (ni siquiera sabía si funcionada) hasta después de cuatro días que estuvimos ahí. Hablamos. Nos mirábamos. Mirábamos a la pared. Tomábamos. Volábamos. Nuestros planes se detuvieron. Vivíamos una catástasis esencial. ¡Cómo nos atrevimos a soñar! No sé si estaré siendo muy suave con vos. Después de todo sos no más que un marinero en puerto en puerto. No solo se lee claro en tu piel sino en tu risa, en tu cuerpo, en tu actuar, en tus ojos. Y no es porque tus ojos cautivan a cualquiera como vos pensás, sino que llevan el cansancio de las lágrimas de todos esos puertos que has zarpado. No fueron tus ojos que me cautivaron, sino tu espíritu. Nunca entraste por mis ojos. Entraste por mis sueños.

Supe desde el principio que algo no estaba bien con vos. Algo no estaba haciendo las relaciones sanas en tu cerebro. Y te juro que yo hubiera sido capaz de acomodar todas las piezas para que pudieras entender todo desde el ángulo correcto.  Fuiste la primera persona donde pude poner en práctica las reglas de mi vida que recién había adquirido. Aun cuando nuestra relación transcurrió en el anonimato de calles pequeñas y de rocas bajo el sol. Las olas eran las únicas testigos de nuestro acoplamiento cósmico. Dos piezas de un mismo rompecabezas juntadas a la perfección. Lo sabía. Yo lo sabía.

Antes de vos creía que el amor lo bastaba todo. Lo componía todo. La voluntad y las ganas de estar juntos eran suficientes para que las personas luchen contra lo imposible a manera de autoinmolación.  Pero ya no era esa persona. Alguien más había recorrido mi cuerpo de la misma manera que vos lo hiciste. Alguien más ya había ocupado el papel de conquistador. El amor parece no ser todo para que una relación funcione, porque no dudo de nuestros sentimientos que corrieron como pólvora incendiando nuestros ojos, nuestras mentes, nuestras risas, nuestros planes. La pasión se apoderó de nosotros hasta que llegó el momento de enfrentar lo que siempre llega… el mañana. Nos topamos con una pared infranqueable. Y en un segundo una montaña se erguía entre nosotros y nos separaba. Ninguno de los dos hizo mucho esfuerzo por escalarla, creo que ya hemos hecho muchos intentos escalando otras montañas que estamos seguros que esta tampoco funcionaría.


Viví esta relación con la claridad que da el objetivismo. Apliqué cada una de mis nuevos estándares. Ahora que hablo con vos te veo lejos de lo que una vez pudimos ser. Y te deseo lo mejor en los caminos que elijas recorrer, yo recorreré los míos y tengo una certeza casi pitonisa que me dice que llegaré a mi destino mucho antes que vos. No sé si nuestros caminos se volverán a juntar porque nuestros caminos son muchos y en todas direcciones, pero si un día volvemos a transportarnos a esa roca que escuchó nuestros sueños alocados y nuestros silencios, tal vez ya no será por amor sino como un turista visitando temporalmente el lado de su cerebro que siempre quiso dejar de trabajar, de ver todo lo que el mundo tenía que ofrecer, y ser capaz de ver la belleza y la trascendencia de una roca bajo el sol, luego volveremos a nuestras propias minas de sal. 

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