lunes, 4 de enero de 2016

La Flor

No sé porque nos sentamos en esta piedra. Ahora cada vez que la vea será siempre el lugar donde me senté con él. Una piedra especial, como habían tantas otras piedras especiales dispersas en otras playas, también habrían bancas de parques especiales, calles especiales, canciones especiales, y monumentos especiales. Pero esta piedra es diferente. Esta piedra está en mi paraíso de escape, en mi único lugar perfecto. La veré cuando vea el sol al ponerse, la veré en otros momentos y otros escapes. La veré justo aquí tal como está ahora y como estará siempre, y veré irse junto al sol ese perfil de dios azteca. Quetzalcoatl. Y en este paraíso perdido en el medio de la nada, de raras naturalezas y eventos extraordinarios se verá marcado para siempre por estas miradas, estas ganas de hablar de los dos, ganas de explotar en una vorágine de sentimientos inconclusos, planes ridículos e incluso no pensados hasta ahora.

Lo veo justo ahí frente. El mar, las aves, el suave sonido que hace el sol al ser absorbido por tu cuerpo. Justo ahí y ni una palabra brotaba. No sé por que no dice lo que piensa. Yo sé lo que piensa. ¿lo piensa? ¿lo pienso yo? Ahora las arenas tendrán sus huellas, mí lugar será nuestro lugar. ¿Como dejo que un Quetzalcoatl haga esto otra vez, en este lugar virgen y de eventos astronómicos extraordinarios? La conversación que no fluye, el momento definitivo que no llega. Tal Vez en otras piedras, en otros bancos de parques, y en otras calles había sido yo quien abriera las compuertas a esa conversión definitiva, pero por alguna razón en esta ocasión no querría ser yo, por eso convoco a las fuerzas del océano, a las fuerzas del universo y el cosmos, que hace con perfección este lugar de eventos extraordinarios, convoco al poder de todas las cosas marinas y al de las olas que convierten piedras en arena para que se abran las compresas de la conversación y podamos expresar nuestros locos deseos y sueños que tal vez en un mundo paralelo pudiera haber existido. Que fluyera de esos labios angostos las palabras que sin duda pensaban. Yo estaba cansado de empezar esas largas discusiones que siempre terminan en el mismo punto donde empieza la realidad. Ya no quería, quería escuchar las olas y el mar y dejar que en algún momento que el destino y las fuerzas marinas pudieran hacer algo.

Siempre he pensado que hay una diferencia muy grande cuando dos personas se unen por el destino y cuando otras se unen porque sus lineas se intersectaron el algún punto del universo. Pareciera ser destino pero es solo un cruce. Estoy seguro que somos lineas en intersección y que el mundo seguirá girando y a nuestra intersección le queda el mismo tiempo que a la puesta de sol. Sé leer tus pensamientos, sabes que no tiene sentido. No tiene sentido ni aunque todas las fuerzas marinas lleguen a su pensamiento de dios Quetzalcoatl. La conversación estaba muerta y ya tenía un fin y así no íbamos a ser capaces de escuchar las olas y los pájaros. Tendríamos que gastar energías que están siendo absorvidas del sol en una conversación sin sentido.


Los pelicanos se dejaban ir en picada al mar. Siempre la naturaleza me había parecido tan perfecta. Muchos dicen que es instinto, pero decirle instinto es rebajar la inteligencia que implica que un pelicano se pueda comer un pez, que una tortuga desove en la playa o que un volcán haga erupción. Hay demasiada ingenieria e inteligencia en eso que en nuestras vidas cotidianas. Me imagino que la naturaleza se reirá en ver en que cosas nos preocupamos. Era mejor dejar la piedra como punto de epifanía que como punto de una conversación. ¿Pero que tal si es destino? ¿se podrá perder el destino como se pierde un tren? Por que si así fuera posiblemente estemos perdiendo el nuestro. Parece que ni invocando al las fuerzas cómicas que rigen esta playa de inteligencia e ingeniería perfecta va a hacer que Quetzalcoatl hable. La piedra quedará como mudo testigo de nuestra mudez. Verá ponerse el sol miles de días como igual miles de días estoy seguro que los dos quisieramos estar ahí. Pero de la misma manera este Quetzalcoatl se irá al ponerse el sol y quedará el misterio que deja detrás en esa piedra que tendré que ver yo una y otra vez en mi propio paraíso y ver ponerse el sol en ese mismo lugar donde ni todas las fuerzas del océano ni del cosmos pudo hacer brotar una palabra de una conversación que no tenía sentido de ser. ¿o si?

miércoles, 29 de julio de 2015

Ahí Estaba

Ahí estaba. Como había estado años atrás y como parecía iba a estar en mi memoria por siempre. Un gusto súbito me recorría y es que no es que pudiera saber con certeza que era lo que pensaba en ese momento. Solo sabía una cosa. Ahí estaba.

Una película de esas malas, de esas dramáticamente malas, se desvelaba en mi memoria mientras sin pensarlo caminaba hacia él. Ahí estaba. En un momento la conexión con sus ojos marrones se perdió pero mis pasos estaban decididos a ir a esa esquina donde estaba. No lo pensaba. No lo reaccionaba. Como una mariposa a la flama. Me aproximaba por inercia irracional y extendía mi mano en búsqueda de ese ínfimo contacto personal que perdimos.

¡Como nos acoplábamos como piezas de rompecabezas! Pero esa tarde decidimos, decidí, que nos encajábamos más. Tal vez y de verdad ya no encajábamos, pero mis pies seguían caminando a lo que parecía un espejismo. Justo como mi memoria lo recordaba esa tarde. Ni un pelo menos.

Y en un momento de un segundo ocurrió el contacto de lo que creo que fueron tres años o más de separación física, mental y sentimental. Tal vez hubiera puesto más mente a ese momento. Mejor lo hubiera capturado en cada sensación permisible para recordarlo y sonreír de felicidad nostálgica cuando me toque morir solo en solo Dios sabe que cama. No fue mágico, pero fue bueno. Fue lo que mi cuerpo necesitaba. En un instante de un segundo dos piezas que no encajaban más volvieron a encajar.

¿Que decir? ¿Como reaccionar luego que mis pies por voluntad propia me llevara donde él? Ahí estábamos. En todos los años de lucha juntos recorrimos cada rincón de la ciudad que había usada y abusada por nosotros menos ese lugar. Un lugar virgen de nuestras historias dramáticamente malas y para servir de escenario para el último capitulo de que se convirtió, es, y siempre será mi historia dramáticamente mala.

domingo, 26 de julio de 2015

Treni Per Tozeur

Nunca había visto pasar las casas de las ciudades a la velocidad de un tren, porque casi nunca tampoco use un tren; solo esos días de turista ahora ya lejanos. Todo eso me había estado como vedado. ¡Que lindo hace el trayecto ver las ciudades esporádicas pasar por mi ventanilla! ¡Que lindo hacen los colores de sus pórticos en un segundo de trayecto! ¡Que distinto se mueven las gentes bajo este ambiente de perfección y estabilidad! Casi todas las personas parecen bellas, jóvenes, libres, despreocupadas al recoger sus abrigos hechos a sus medidas de hombros y caderas, ese gesto intimo de recoger los brazos por el frío, proteger la cara por el viento que arrastra el tren llegando a su plataforma, hay una magia en cada uno de esos gestos. ¡Como quisiera para mí una de esas personas estampadas en el paisaje de mi ventanilla que pasan remotas en un mundo de elegancia y de buen vivir! Desearía verles quitarse esos abrigos por un calor visceral; mirar de cerca esos extraños cortes de cabellos; oler junto a su ropa, ese aroma que hasta ahora solo se me he imaginado detrás de esta ventanilla del tren.

domingo, 25 de mayo de 2014

Barcelona

Barcelona nunca me pareció mi ciudad. Y es que esa ciudad capital de las fiestas alocadas, y veranos sin fin, llena de gente bronceada y playas con cientos de cuerpos perfectamente esculpidos y mujeres mostrando sus pechos perfectamente torneados no iba conmigo. Siempre he preferido un bar oscuro, con cervezas baratas y lleno de ese bullicio de un idioma que no puedo comprender ha sido mi patio de juegos. Barcelona fue un regalo del azar y del destino. O algunos se los atribuirán a un arquitecto supremo del universo, por mi parte no creo que éste arquitecto esté muy interesado en elegirme un destino para viajar.

No sé que pasó por mi cabeza en los meses anteriores  a la elección de Barcelona, pero Roma era sin duda el lugar donde regresaría cual mariposa a la flama y en solo unas horas (sino minutos o segundos) esa idea voló de mi cabeza y tal vez para no regresar.  Roma ya no sería más. Y tal vez fue mi culpa. Tal vez Roma debió haber sido mi destino y luchar por lo que tenía que luchar ahí. Tal vez yo la saqué sin razón aparente, pero pasó. Y aunque todo estaba preparado para volverme a tomar la enésima foto en el Coliseo, rápidamente volteé los ojos a Portugal. Pero Portugal no pudo ser más tampoco.

Y vi a Barcelona como quien acepta un premio de consolación. Y tal vez me pude haber quedado en mi ciudad, pero sabía dentro de mí que necesitaba una completa desintoxicación de esos meses locos mientras caminaba alrededor del Coliseo y de las caminatas de rabia hacía al Vaticano. Caminaba entre la sucia ciudad por horas desechando las ganas de gritar, las ganas de golpear, las ganas de que quebrar todo lo que veía frente a mí y una vez llegaba a mi iglesia como Católico aquella ira desaprecia. Algunas veces tomaba más que eso y entraba a la basílica para ver todas las estatuas de los santos estoicos en el tiempo y el espacio e imaginar sus momentos de ira.Así lograba calmarme o relajarme de mi lucha que ambos sabíamos no ganaríamos nunca. 

Tomé mi camino a Barcelona y elegí el más largo para ir desechando el bagaje de mis deseos ocultos de Roma, como quien no quiere de verdad llegar. Veía Barcelona como mi clínica de convalecencia, mi clínica de desintoxicación de meses de vivir al borde del abismo y de la nada. Literalmente de la nada. Como un castigo, un retiro espiritual donde tendría que mudar mi vieja piel en un proceso doloroso y agónico.

Al llegar dormí por dos días seguidos, y no era del todo cansancio, era simplemente que no quería ver la ciudad. La resentía. Me sabía mal. Hay una leyenda en Barcelona, justo al inicio de “Las Ramblas” hay una fuente de agua pura que baja de un manantial de los Pirineos. La leyenda cuenta quien bebe de sus aguas se enamora de la ciudad y está condenado a regresar a ella. Mi hostal quedaba al norte de la ciudad, y la fuente justo al sur. Decidí caminar hasta ahí para darle la oportunidad de Barcelona de impresionarme. No Coliseo, no Fontana di Trevi, no Via del Corso, no Termini, No Villa Bourgese, No Vaticano, No Tiber. No había nada que hiciera abrir mis ojos e impresionarme. Ni la Sagrada Familia logró sacar las ganas en mí para sacar mi cámara y tomarle una foto ¡La Sagrada Familia de Gaudi! Maldije Roma.

 Obvio no era el único que conocida la leyenda de “La fuente de Canaletas” y me encontré con un manada de turistas tomándose fotos mientras tomaban un sorbo de la fuente. “Yo necesitaré más que un sorbo” pensé. Saqué mi botella de agua vacía y cuando me tocó mi turno, sin fotos, sin amigos gritando, sin poses de turistas, puse la botella y la llené. “Tal vez tendré que venir aquí más de una vez para enamorarme de Barcelona”. Caminé el último trecho al mar para encontrarme una columna con Cristóbal Colón en la cúspide adornado con Dianas de victoria apuntando a donde América quedaba. “Allá iremos a saquear y cometer el genocidio más grande de la historia de la humanidad” pensé. Al rodearla noté una escultura donde un “Indio” de rodillas le besaba el anillo al conquistador quien tenía su pose de autoridad absoluta ni siquiera viendo al “indio” sino con pose divina al cielo. Me ofendió. Comencé a tomar de la botella de agua que tenía porque sabía que esto era justo lo que necesitaba para ver con malos ojos a Barcelona. “¿Dónde habrán quedado mis viajes para re-describir mi cultura latinoamericana?” pensé. Me había traicionado. Regresé al hostal para dormir. Esta vez no caminé. No quería o no necesitaba ver más. 

Creo que habré dormido por dos días más, pero algo en mi cambiaba. Mientras salía más, mientras exploraba más Barcelona, conocía sus gentes, sus comidas, sus calles tan pequeñas, el Catalán, su manera única de hacer las cosas, me enamoraba y no voy a decir que me enamoraba poco a poco porque me enamoraba a pasos agigantados.  Y aun cuando las personas preguntaban cual era mi ciudad favorita de las que había visitado seguía diciendo Roma sabiendo dentro de mí que mentía.

He aprendido tanto de Barcelona, y no me refiero a sus calles, a sus monumentos o arquitectos. Barcelona ha cambiado la manera en que veo mi vida y a mí mismo. Siempre he creído, o por lo menos me han hecho creer, que soy una persona tímida y trabajando como voluntario en un hostal he expuesto mi verdadera personalidad a todos los que conocía. De todas partes del mundo. Y no he escuchado otra cosa más que buenos comentarios de mi persona. Exponerme a las personas, y ver que lo han recibido con los brazos abiertos ha sido posiblemente la mejor sensación que te tenido en mi vida.

Siempre he tenido la experiencia, de que de las circunstancias menos esperadas, cuando uno no planea nada, y deja que el destino fluya y confabule para crear nuestras experiencias de vida, entonces es cuando uno disfruta al máximo y son esas mismas experiencias que nos dan epifanías casi mágicas que redireccionan nuestra manera de pensar, dan forma a nuestra personalidad, y las llevamos por el resto de nuestras vidas.

Barcelona es joven, es una cuidad desenfadada y llena de cultura. Y aunque las calles parecían interminablemente repetitivas, de vez en cuando encontrabas algo que te asombraba. Levantabas la vista y ves bellos balcones decorados, edificios modernistas, y personas orgullosas de su origen catalán. Es lo suficientemente internacional para darte la sensación que has cambiado de mundo y al mismo tiempo tan relativamente familiar para identificarte con su cultura latina.

Hubieron dos personas que desde su amistad me despertaron la fe en un futuro que no necesariamente era el que quería pero que era hora de que comenzara a abrazarlo. Y otras dos personas que desde sus planes de vida me enseñaron que yo tenía que tener uno si quería el futuro que tanto deseaba. Y entre risas y el sol de la playa, o la tristeza y las sábanas de mi cama en mis peores días aprendí que tenía que tener una dirección hacia dónde ir.


El amor que se encontraba en Roma era el amor irracional de días sin mañanas y sin planes. Gastando el amor a borbotones y entrar en una espiral de irracionalidad y locura. El amor de Barcelona es al amor pensado, planeado, de decisiones serias sin comprometer el yo mismo. Tal como la ciudad fue planeada en perfectos recuadros y calles perfectamente paralelas, diagonales, sectores definidos, y de un orden sin igual, así mismo al parecer sus habitantes planeaban cada movida que daban. Y dentro de mi mundo de desorden, de aeropuertos y planes de aquí y allá yo no encajaba. Sus adioses dolieron pero también aprendí que un adiós temprano es mucho más valioso que una despedida tardía. Les agradezco que desde su control por las cosas tomaron sus decisiones y me obligaron a seguirlas. Fueron días tristes, pero solo días y no meses ni años. Y a diferencia de Roma que no me dejó nada (más que mi mejor amigo) Barcelona me dejó un corazón preparado para el final cuando el comienzo no conviene. Que ciudad tan mágica. Que gente tan perfecta. 

sábado, 8 de marzo de 2014

Open Letter

No me sorprende la manera en que nos conocimos. De hecho parece que todos esos romances que impactan mi vida resulta ser causa del destino. Después de que tomara las decisiones más improbables es cuando los conozco. Dicen que las cosas buenas vienen en envases pequeños. Que los grandes amores son los amores imposibles. No sé exactamente cuándo te comencé a ver con otros ojos, no sé si fue en nuestro primer beso, o cuando por primera vez no te tuve al lado mío.

Nuestro amor fluyó libremente como un rio. Sin reglas, sin pretensiones, con la naturalidad de la espontaneidad. Yo fui libre en ser yo mismo, en decir lo que pensaba, en hacer valer mi opinión, en ganar batallas, en conceder derechos, en poner límites, en verte subyugado y en subyugarme yo mismo, pero esta vez voluntariamente. El tiempo no transcurría, vivíamos en un universo paralelo donde las responsabilidades y el mundo real no existían. Los dos nos conocimos en medio de nuestro escape de nuestras vidas reales y aunque a mí me tocó volver a mi realidad no dudo ni por un segundo de que un día te tocará volver a la tuya y ese día recordarás que alguien estaba dispuesto a trascender el efímero escape. Tampoco pienso si quiera por un segundo en autoproclamarme como el único que recordarás cuando regreses a tu mina de sal. Cual marinero has de recolectar corazones de ilusos descuidados que deambulan por quien sabe deshabitada playa del pacifico.

Disfruté cada momento que pasamos juntos. No recuerdo gran parte de ellos porque siempre estaba ebrio o bajo algún otro efecto. Pero lo que sí que recuerdo era ese extraño sentimiento que tenía mucho de no sentir, algo extraño, una sensación extraña, mi cerebro estaba relajado, no me mordía las uñas, dormía sin problemas. Como vos lo describiste “felicidad”.

Qué vida tan maravillosa sería si pudiéramos pasar todas nuestras tardes en la misma roca. Admirando el mismo paisaje, los pelicanos pescar, los turistas pasando, las olas rompiendo en la orilla, el tiempo pasando sin que vos ni yo lo sintiéramos pasar. No era necesario hablar, solo con que supieras (sin que yo te lo dijera) que no me gusta abrir latas de cervezas y vos lo hicieras por mí era suficiente. Pero ¡cuando hablábamos! No solo contábamos nuestros caminos, sino nuestras experiencias, como las sentimos, nos dejamos ver el centro de nosotros, nos asomamos y nos enamoramos.

Recuerdo que en el cuarto que no salíamos había una televisión que no encendimos (ni siquiera sabía si funcionada) hasta después de cuatro días que estuvimos ahí. Hablamos. Nos mirábamos. Mirábamos a la pared. Tomábamos. Volábamos. Nuestros planes se detuvieron. Vivíamos una catástasis esencial. ¡Cómo nos atrevimos a soñar! No sé si estaré siendo muy suave con vos. Después de todo sos no más que un marinero en puerto en puerto. No solo se lee claro en tu piel sino en tu risa, en tu cuerpo, en tu actuar, en tus ojos. Y no es porque tus ojos cautivan a cualquiera como vos pensás, sino que llevan el cansancio de las lágrimas de todos esos puertos que has zarpado. No fueron tus ojos que me cautivaron, sino tu espíritu. Nunca entraste por mis ojos. Entraste por mis sueños.

Supe desde el principio que algo no estaba bien con vos. Algo no estaba haciendo las relaciones sanas en tu cerebro. Y te juro que yo hubiera sido capaz de acomodar todas las piezas para que pudieras entender todo desde el ángulo correcto.  Fuiste la primera persona donde pude poner en práctica las reglas de mi vida que recién había adquirido. Aun cuando nuestra relación transcurrió en el anonimato de calles pequeñas y de rocas bajo el sol. Las olas eran las únicas testigos de nuestro acoplamiento cósmico. Dos piezas de un mismo rompecabezas juntadas a la perfección. Lo sabía. Yo lo sabía.

Antes de vos creía que el amor lo bastaba todo. Lo componía todo. La voluntad y las ganas de estar juntos eran suficientes para que las personas luchen contra lo imposible a manera de autoinmolación.  Pero ya no era esa persona. Alguien más había recorrido mi cuerpo de la misma manera que vos lo hiciste. Alguien más ya había ocupado el papel de conquistador. El amor parece no ser todo para que una relación funcione, porque no dudo de nuestros sentimientos que corrieron como pólvora incendiando nuestros ojos, nuestras mentes, nuestras risas, nuestros planes. La pasión se apoderó de nosotros hasta que llegó el momento de enfrentar lo que siempre llega… el mañana. Nos topamos con una pared infranqueable. Y en un segundo una montaña se erguía entre nosotros y nos separaba. Ninguno de los dos hizo mucho esfuerzo por escalarla, creo que ya hemos hecho muchos intentos escalando otras montañas que estamos seguros que esta tampoco funcionaría.


Viví esta relación con la claridad que da el objetivismo. Apliqué cada una de mis nuevos estándares. Ahora que hablo con vos te veo lejos de lo que una vez pudimos ser. Y te deseo lo mejor en los caminos que elijas recorrer, yo recorreré los míos y tengo una certeza casi pitonisa que me dice que llegaré a mi destino mucho antes que vos. No sé si nuestros caminos se volverán a juntar porque nuestros caminos son muchos y en todas direcciones, pero si un día volvemos a transportarnos a esa roca que escuchó nuestros sueños alocados y nuestros silencios, tal vez ya no será por amor sino como un turista visitando temporalmente el lado de su cerebro que siempre quiso dejar de trabajar, de ver todo lo que el mundo tenía que ofrecer, y ser capaz de ver la belleza y la trascendencia de una roca bajo el sol, luego volveremos a nuestras propias minas de sal. 

jueves, 6 de marzo de 2014

Open Letter

Llegaste a mi vida por la ley de la atracción. Te materializaste en el lugar perfecto en el momento perfecto. Mágico, sacro, cósmico, escrito en una épica novela romántica. Un amor pensado, planeado, sincronizado con el universo, deseado, escrito, vaporoso, etéreo. En un fantástico  contexto, con los mejores lienzos de telón de fondo. Una humanidad en historia esperando el momento en que yo sentado vi por primera vez tu sonrisa. Mientras te devolvía la sonrisa una maraña de aventuras tipo Tin Tin se desvelaría frente a mí llevándome a experiencias y sensaciones que jamás hubiera pensado en la posibilidad de imaginar algo así.

Los dos compramos la vital idea que nuestro encuentro y amor solo se podía explicar por el destino. Estábamos destinados a estar juntos. Luego de todos los caminos que ambos habíamos recorrido, luego de todas nuestras batallas perdidas, nuestras heridas, estábamos mágicamente listos para seguir adelante con nuestras vidas cuando… nos vimos por primera vez. Eso fue lo que mantuvo nuestras luchas contra lo imposible, pero tal vez solo estábamos huyendo de nosotros mismos o de nuestras pasadas batallas y nos queríamos entregar a la posibilidad de un mañana brillante.

Más de una vez te he descrito como un catfish, aunque aún no estoy seguro si te estoy haciendo mérito. ¿Me engañaste o los dos estábamos engañándonos a nosotros mismos? Sos la persona que me puso de regreso en la razón. Antes había vivido mis relaciones basadas en el salvajismo emocional. Peleando y desgarrando cualquier vestigio de carne fresca. Pero vos me enseñaste cual conquistador europeo la razón dentro de la relación. Basado en tu herencia pusiste ley en mi vida. Creaste mi código, las reglas, lo deseable, lo indeseable, y los límites personales. Dentro de ese marco burócrata y fascista existía el romántico sueño de nuestra historia a lo Romeo y Julieta. Aunque los dos sabíamos bien el fin del libro nos seguíamos llamando así.

No sé qué hubiera sido de mi vida sin vos. No sería el mismo que soy ahora, y el que soy ahora me encanta. No me hubiera imaginado alcanzar un estado donde estoy conforme con seguir mis reglas (las que vos me enseñaste) y sin pensar en la aprobación de la otra persona. Pero al mismo tiempo me encerraste en un mundo de carnaval y fantasía, de viajes largos, de realidades inexistentes en ningún universo paralelo, me transportaste al mundo de fantasía y maravilla donde yo casualmente había soñado toda mi vida vivir. Pasábamos las noches cortas de primavera viendo una y otra vez “La vida es bella” entiendo ahora el porqué.

Gracias por llevarme a ese lugar que yo pensaba que existía solo en cuentos. Aunque fue maravilloso visitar el mundo de mis fantasías los dos tuvimos que regresar a la realidad. No creo que la transición fuera fácil, mas comparado con un parto. Pero más que un parto lo considero una independencia más de un territorio independiente latinoamericano de un conquistador europeo que deja las leyes, el marco de civilización, el código moral y ético, y las normas que aun hoy consideramos como válidas e irrefutables, siempre dejando atrás un rastro de dolor y sangre.

Pero tal vez esté siendo muy duro con vos, después de todo creo que tu raza está programada para dar la misma experiencia a cada turista descuidado que toma una foto tonta a una estatua tonta en medio de una calle tonta. Creo que se me acaba de ocurrir un tema para mandar como sugerencia al programa “Turistas en la mira”. “No todas las estafas son económicas” se llamaría ese capítulo. Tal vez esté siendo un poco duro con vos (otra vez) después de todo ¿Qué sería la vida del turista sin experiencias así?

¡Pero claro que nosotros creíamos que trascendíamos cósmicamente esa barrera del cliché del turista y el local! Nosotros fuimos cortados del mismo molde. Yo era tu pieza faltante. ¡Destinados transcendentalmente! Nosotros solo éramos peones del destino del amor, viviendo plácidamente y felizmente en un estado de gracia que solo el amor puro y visceral puede dar. ¡Transcendíamos nos transfigurábamos! Pero ahora que cada uno de nosotros recogemos los pedazos que esta relación dejó ¿verdad que no sigues pensando lo mismo?

Ahora, eso no significaba que nunca hubiera habido una posibilidad, o que nunca hubo amor. Aunque más amor creo que era admiración, y no creas que es por tu ¿raza?, rango, o apariencia sino por enseñarme la razón en una relación. Nunca mentí en ningún sentimiento que te dije, pero creo que no te lo decía a vos sino a una ilusión.

Vos te has convertido en un tipo de dios. En una vara para medir. En una figura omnipresente en mi ethos en forma de orden, límites, y reglas, en forma de civilización. Un modelo. El cariño y aprecio transciende cualquier etiqueta que querrás ponernos. Si algún día tu modelo de civilización deja de funcionar y quisieras escapar a la jungla a vivir junto a un lago comiendo lo que se pesca puedes contar conmigo. De algún modo sé que los dos sabemos que nos tenemos el uno para el otro. Tal vez ya no enraizado en el amor, sino en aquellos mágicos atardeceres, y largas caminatas, pretendiendo vivir una vida que no vivíamos, y pretendiendo que mañana seríamos felices solo por el hecho que hoy éramos mega felices.

Tal vez nunca debí de haberte definido como un catfish. No creo que hayas mentido, excepto en las cosas que sí que mentiste. Creo que vos también compraste esa néurosis en que los dos estábamos. Como si la pizza que comimos en la primera cita tuviera un tipo de hongos alucinógenos que nos desconectó de la realidad y empezamos a vagar en un mundo de arcoíris y sin mañanas. Solo el amor nos sustentaría. Solo las ganas de estar juntos.


Ahora cuando hablo con vos veo a la misma persona que siempre veía. Un poco más opaca, más descuidada por la crisis, un poco en ruinas. Así como la moderna Latinoamérica ve al viejo y decadente conquistador. Pero tampoco voy a decir que esa pudiente Latinoamérica no se sigue impresionando con esa vieja gloria. No sé cuántas historias de amores perdidos en el tiempo tenga tu ciudad, pero yo le dedico la mía con todo el buen recuerdo, la gracia, la alegría, y la gratitud de todo lo que pude vivir. Una historia más. Una conquista más.

Open Letter

“Lo más alto y los más bajo de mi vida”. Una vez te describieron de esa manera, y no pude dejar de asombrarme con la verdad que estaba escuchando. Dependiendo de los altibajos de nuestra larga relación yo te describía como “El peor error de mi vida” y otras veces como “lo mejor que me había pasado después de la ortodoncia”, pero nunca se me había ocurrido en llamarte las dos cosas al mismo tiempo. Sos el gigante en mi vida, el más grande, el amor más descabellado, más denigrante, más ensalzador, más pasional, más ilógico. Eras amo y señor de todos los caminos de mi vida, el último revisor de mis decisiones, mi vida giraba alrededor tuyo y lo hacía plácidamente como si fuera mi destino manifiesto.

Sé que me amabas igualmente con la irracionalidad que yo te amaba. Sé que me amabas con la locura y similar apego al que yo padecía, sé que destruiste tu vida por mí de la misma manera que yo la destruí la mía por vos. Pero vos tenías un gran juego bajo tu manga, esos ojos coquetos y sonrisa cautivadora, tu piel reluciente y tu voz profunda. Los usaste una y otra vez y no solamente conmigo. Ibas por las calles rompiendo corazones, ilusionando otras almas y luego regresabas a mi lado sin darte cuenta que cada vez que te ibas rompías también mi corazón.

Lamento muchas cosas de esos años, pero sobre todo la pasividad con que yo afrentaba con resignación cristiana el vaivén de tus caderas en otras camas. Me dolían más aun las promesas que no hacías que las promesas que rompías. Y te diste cuenta de mi debilidad. Te diste cuenta que no te dejaría. Y le diste rienda a tus instintos por donde caminaras, en los círculos que estuvieras, no te limitabas, no pensabas. Parecía que contabas cual trofeos las personas que caían con tus ojos cafés y tu sonrisa perfecta. Parecía que te subía el ego al punto de apoteosis y me minimizaba al punto de esclavo sentimental. No tuviste decoro en destruirme y yo no tuve decoro en permitirlo.

Recuerdo que nos quejábamos que peleamos mucho, pero no recuerdo la razón. No recuerdo nunca haber tenido una conversación profunda y constructiva respecto a nuestra relación. Pero cada vez que lo pienso llego a la conclusión que nunca la tuvimos porque no soportabas la criticas de otra persona y te encerrabas en tus ideas de una manera juvenil e infantil. Pero recuerdo nítidamente que no solamente eras vos quien actuabas irracionalmente empujándome lejos de vos, sino yo también contra cualquier rastro de dignidad y amor propio me empujaba más cerca de vos ensartándome cada vez más las espinas en mi piel supurante. No sé porque. No sé porque no salí corriendo en los primeros seis meses de haberte conocido, sino que me esperé cinco años y medio más. Nuestra relación pasará la historia. Sos el gigante en mi vida, ninguna relación alcanzará las emociones que nuestra relación alcanzó… y le doy gracias a Dios por eso.

Tal vez pienses que he sido duro con vos, que no te veo con los ojos de perdón con los que te veía antes, pero igual estarías equivocado. Sos mi mejor amigo, la persona que más me conoce en la tierra, sabes a la perfección cómo reaccionaría, que es lo pensaría, cual sería mi opinión. En una librería de cinco pisos serías capaz de escoger el libro que quiero leer, en una discoteca sabrías cual es la canción que quisiera bailar, si me tocara dar una lista de mis canciones favoritas vos serías capaz de acertar la lista de principio a fin. Te diste a la tarea de estudiarme, de poseerme, de entrar en cada ámbito de mi vida, conquistarlo, colonizarlo y controlarlo con ley feudal. No te culpo, no opuse ni la más mínima resistencia a tu invasión.

Cuando los años pasaban y te diste cuenta que yo era lo único constante en tu vida, cuando te diste cuenta que tenías a una persona perfecta a la par tuya capaz de apoyarte en cada desventura, en cada plan descabezado, en cada día sin mañana, y yo sería tu celestino. Y cuando los ojos coquetos y tu sonrisa cautivadora dejaron de surtir el efecto que surtían en tus años más mozos y no colectabas los corazones y las lágrimas que antes hacías me miraste con ojos de amor. Y fue cuando quisiste reponer los años de amor descuidado pero ya el tatuaje de tu nombre en mi corazón había sido cubierto por tejido cicatrizante y solo existías en mi cerebro como una obsesión, un bastión no ganado, algo que debía tener, una meta personal, una asignatura pendiente.

Pero lo intenté. Intenté amarte con la misma locura, intenté tener los mismos sueños, intenté perderme en tu mirada, en tu sonrisa, intenté renunciar a mí mismo y entregarme una vez más enteramente sin reparaciones o tapujos porque al final te lo habías ganado. Habías cambiado. Pero descubrí que uno no puede controlar a quien se entrega. Pensamos que es ético hacer y deshacer con nuestros cuerpos y conciencias solo bajo la premisa fundamental de que nosotros nos poseemos a nosotros mismos. Pero si nos poseyéramos ¿No seríamos capaces de dejar amar o dejar de amar a voluntad? La verdad es que aunque intentaba una y otra vez, había algo en mí que sabía que ya no me poseías y nunca lo ibas a volver a hacer.


Lo lamento por no habértelo dicho antes y que pudieras tomar tu decisión antes que yo la tomara pos los dos, luego de dos años de pensarlo y evitarlo. Perdón. Hoy cuando hablo con vos me transportas a un tiempo más sencillo, de una vida sencilla. Donde al parecer solo existíamos los dos y nuestra volátil relación. Aunque no estoy muy seguro si quisiera que una vez más fuéramos amigos. Siempre he pensado que las personas no se “curan” de sus problemas psicológicos y si fui capaz de entregarte el poder absoluto no quiero estar en una situación donde si quiera se me insinúe esa posibilidad. Y no porque crea que se pueda avivar una llama entre nosotros porque ese barco zarpó hace mucho, sino porque conozco tus habilidades de control, y sobre todo, sé lo bien que me conoces cada posibilidad de reacción. Sos mi kriptonita. El que sabe la combinación secreta para que yo no pueda decir que no, con la diferencia que nunca más sería por amor.