No sé porque nos
sentamos en esta piedra. Ahora cada vez que la vea será siempre el lugar donde
me senté con él. Una piedra especial, como habían tantas otras piedras
especiales dispersas en otras playas, también habrían bancas de parques
especiales, calles especiales, canciones especiales, y monumentos especiales.
Pero esta piedra es diferente. Esta piedra está en mi paraíso de escape, en mi
único lugar perfecto. La veré cuando vea el sol al ponerse, la veré en otros
momentos y otros escapes. La veré justo aquí tal como está ahora y como estará
siempre, y veré irse junto al sol ese perfil de dios azteca. Quetzalcoatl. Y
en este paraíso perdido en el medio de la nada, de raras naturalezas y eventos
extraordinarios se verá marcado para siempre por estas miradas, estas ganas de
hablar de los dos, ganas de explotar en una vorágine de sentimientos
inconclusos, planes ridículos e incluso no pensados hasta ahora.
Lo veo justo ahí
frente. El mar, las aves, el suave sonido que hace el sol al ser absorbido por
tu cuerpo. Justo ahí y ni una palabra brotaba. No sé por que no dice lo que
piensa. Yo sé lo que piensa. ¿lo piensa? ¿lo pienso yo? Ahora las arenas
tendrán sus huellas, mí lugar será nuestro lugar. ¿Como dejo que un Quetzalcoatl haga esto otra vez, en este lugar virgen y de eventos astronómicos extraordinarios?
La conversación que no fluye, el momento definitivo que no llega. Tal Vez en otras piedras, en otros bancos de parques, y en otras calles había
sido yo quien abriera las compuertas a esa conversión definitiva, pero por
alguna razón en esta ocasión no querría ser yo, por eso convoco a las fuerzas
del océano, a las fuerzas del universo y el cosmos, que hace con perfección este
lugar de eventos extraordinarios, convoco al poder de todas las cosas marinas y
al de las olas que convierten piedras en arena para que se abran las compresas
de la conversación y podamos expresar nuestros locos deseos y sueños que tal
vez en un mundo paralelo pudiera haber existido. Que fluyera de esos labios
angostos las palabras que sin duda pensaban. Yo estaba cansado de empezar esas
largas discusiones que siempre terminan en el mismo punto donde empieza la
realidad. Ya no quería, quería escuchar las olas y el mar y dejar que en algún
momento que el destino y las fuerzas marinas pudieran hacer algo.
Siempre he pensado
que hay una diferencia muy grande cuando dos personas se unen por el destino y
cuando otras se unen porque sus lineas se intersectaron el algún punto del
universo. Pareciera ser destino pero es solo un cruce. Estoy
seguro que somos lineas en intersección y que el mundo seguirá girando y a
nuestra intersección le queda el mismo tiempo que a la puesta de sol. Sé leer tus
pensamientos, sabes que no tiene sentido. No tiene sentido ni aunque todas las
fuerzas marinas lleguen a su pensamiento de dios Quetzalcoatl. La conversación
estaba muerta y ya tenía un fin y así no íbamos a ser capaces de escuchar las
olas y los pájaros. Tendríamos que gastar energías que están siendo absorvidas
del sol en una conversación sin sentido.
Los pelicanos se
dejaban ir en picada al mar. Siempre la naturaleza me había parecido tan
perfecta. Muchos dicen que es instinto, pero decirle instinto es rebajar la
inteligencia que implica que un pelicano se pueda comer un pez, que una
tortuga desove en la playa o que un volcán haga erupción. Hay demasiada
ingenieria e inteligencia en eso que en nuestras vidas cotidianas. Me imagino
que la naturaleza se reirá en ver en que cosas nos preocupamos. Era mejor dejar
la piedra como punto de epifanía que como punto de una conversación. ¿Pero que
tal si es destino? ¿se podrá perder el destino como se pierde un tren? Por que
si así fuera posiblemente estemos perdiendo el nuestro. Parece que ni
invocando al las fuerzas cómicas que rigen esta playa de inteligencia e
ingeniería perfecta va a hacer que Quetzalcoatl hable. La piedra quedará como
mudo testigo de nuestra mudez. Verá ponerse el sol miles de días como igual miles
de días estoy seguro que los dos quisieramos estar ahí. Pero de la misma manera este Quetzalcoatl se irá al ponerse el sol y quedará el misterio que deja detrás en
esa piedra que tendré que ver yo una y otra vez en mi propio paraíso y ver
ponerse el sol en ese mismo lugar donde ni todas las fuerzas del océano ni del
cosmos pudo hacer brotar una palabra de una conversación que no tenía sentido de
ser. ¿o si?