jueves, 24 de marzo de 2011

Volver


Volver. Muchas veces es una palabra mucho más determinante que “terminar”, o tal vez no. Sin duda es una palabra con una gran historia por atrás y muchas nuevas responsabilidades por delante. Muchas veces necesitamos un poco de tiempo para pensar las cosas, para descubrirnos a nosotros mismos y saber que es lo que queremos hacer y donde queremos ir. Algunas veces nos tomamos un año o dos antes de entrar a la universidad, otras veces dejamos de fumar por unos meses para luego volver a hacerlo algunas veces somos post-pago con tu compañía de celular y luego vuelves a pre-pago. Otras veces te separas de tu pareja por unos meses y vuelves a tu relación después.

Y aunque pensaste que eras una persona diferente, te encuentras en la encrucijada de decidir. Pero muchas veces nuestras decisiones no son lógicas, y aunque todo el mundo grite a toda voz “NO” uno simplemente dice “si”. Y es que cuando se trata de amor, nada es lógico y la frase de Carrie Bradshaw “No era lógica, era amor” comienza a tener sentido. ¿Qué han pasado con tus cicatrices de batalla? ¿Qué ha pasado con la nueva personalidad? Y es que he descubierto que nada cambia, tus cicatrices, y en algunos casos hasta llagas supurantes, siguen ahí, tu nueva personalidad sigue ahí, tu orgullo personal de alcanzar lo que pensaste era imposible sigue ahí, solo que ahora empiezas de nuevo, una relación vieja, con tu nueva personalidad.

Y algunas veces es mucho menos duro dejar de visitar la misma casa, caminar por las mismas calles, dejar de hablar de los mismos temas, dejar de ver a la misma gente, y dejar de besar a la misma persona, que simplemente volver a hacerlo. Y es que después que el tiempo ha sido largo, uno siente que está con una persona nueva, alguien a quien no conoce y de vez en cuando se pueden ver rastros de la persona que era antes y entonces te confundes. También uno tiene nuevas cosas, nuevas frases, nuevos lugares, nuevo peinado, uñas, nueva ropa, pero de vez en cuando te descubres siendo la misma persona que eras antes. Tampoco han pasado años para engañarte y decirte que ahora eres todo diferente.

Volver a tomar el bus que me llevaría a esa ciudad, misma cuidad que había visitado tantas veces, ver la carretera, saber cuanto faltaba para llegar, y volver a ver las mismas calles que antes las adornaban los arco iris que dejábamos al pasar. Reconocer esquinas, viejos lugares, recordar frases entre las calles, los secretos, los comentarios, las anécdotas. Algunas veces volver al lugar después de la guerra es mucho más difícil que dejar de visitarlo.

La cuidad ya no era como la recordaba después de esos días de guerra, ya no estaba todo oscuro, las cosas estaban dentro de su foco, ya no había desesperación acechando entre las esquinas. Tampoco tenía los arco iris ni las escarchas que recuerdo alguna vez existieron en la cuidad. Era un día fresco de verano, había sol y las personas hacían lo que tenían que hacer. La cuidad era lo que era… una cuidad, sin arco iris ni sombras. Volver a ver a esa persona muchas veces es más difícil que dejarla de ver. Meses habrán pasado sin siquiera saber quienes eran nuestros amigos, después de años de compartirlo todo. Muchas veces es más fácil dejar de compartir tu vida, que volverte a abrir en el mismo escenario de tu guerra personal.

Volver a la misma casa, ver lo que había cambiado, lo que no, y es que algunas veces los meses parecen años. Ver a la mismas personas, como han cambiado, mas grandes, mas gordos, mas delgados, y volver a decir mil veces “tenía tiempo de no verte”. Claro, mucho tiempo luego de una guerra que resulté perdiendo y que destruyera todo lo poco, la barato, lo escaso de calidad, que habías acumulado. “Es bueno volverte a ver” y es que si era bueno, pero no fácil. Y es que a veces es más fácil dejarlos de ver, que volver a verlos y pensar una y otra vez que es lo que saben, hasta donde saben los secretos oscuros de lo que el otro hizo durante estos meses, ¿Pensaran que cometo un error? ¿Pensaran que él comete un error? ¿Esta calle habrá visto los arco iris y fuegos artificiales de una pasión anterior a la mía? ¿Sabe más su cuidad de las ganas que tenía de volver o de sus antiguas pasiones? Algunas veces los fantasmas de posibles momentos felices son mucho más dañinos que los momentos felices en si.

No sé que fue lo que pasó, en que momento entre mi resignación y mi nueva vida, volví a escuchar las mismas frases. Me reía, recordaba, era como estar con alguien que extrañaba, que había querido ver en meses, aunque durante esos meses no lo haya sentido así. Y de vez en cuando veía escarchas salir de nuestros pasos, algunas veces cuando me descuidaba, arco iris salían de nuestras miradas.

Y ahí estaba yo, a cientos de kilómetros de donde yo había nacido, en una cuidad que de niño decía que nunca iría, reconociendo las calles, las conversaciones, los chistes que lograron resistir el paso de estos meses, los nuevos chistes, los nuevos comentarios, los nuevos lugares. Y es que ahora los dos tenemos historias diferentes, amigos diferentes, gustos diferentes, y una nueva óptica de donde queremos ir. Lo que no sabemos es que si los dos queremos ir al mismo lugar. Y ahí estaba yo, con quien me enfrenté a una guerra sin descanso, a una guerra donde yo solo iba con mis manos desnudas, sin ninguna protección, una guerra donde salí perdiendo, donde todo quedó arrasado, ahí estaba yo con quien apuntó hacia mí esas armas y no dudó en dispararlas. Algunas veces es más fácil retirarse que volver.

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